miércoles, mayo 13, 2015

“Albinoni”, de Alejandro Cabrera Olea







Capítulo Nueve

Hoy le doy la última vuelta al tornillo del expansor de mandíbula de César.
Ahora, con el expansor ya regulado dentro de su boca, sólo queda esperar cuatro meses hasta que termine el tratamiento.
Es sábado.
No hay repartos de tierra en el camión.
Tampoco grabaciones.
El pequeño César está en casa además.
Hace mucho calor.
Nos bañamos todos en una piscina plástica que Miguel armó bajo la sombra del nogal para que Albinoni no sufra quemaduras al sol.
Tomamos cervezas, comemos anticuchos asados en la parrilla de la ramadita, escuchamos rock a todo volumen hasta que atardece.
Antes de que oscurezca completamente, tomo un tarro de pintura y con una brocha corrijo las faltas de ortografía del cartel en el portón metálico de la entrada.
Ahora dice RIPIO y no RRIPIO.
Ahora dice GRAVILLA y no GRABILLA.
Sentada encima de un montículo de tierra tomo una piscola, fumo un cigarrillo, miro la luna llena que es la misma luna dibujada en el pene de Albinoni y después de mucho tiempo, recuerdo a mi madre.


en Albinoni*, abril 2015



*Albinoni resultó la novela ganadora en el concurso organizado por Estudio Panal: Mi Gran Novela Non Stop; instancia que planteaba el desafío de escribir una novela en un espacio delimitado y en un tiempo determinado: 24 horas de permanencia y escritura en el lugar de residencia de Estudio Panal.







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