© Versión libre de Juan Carlos Villavicencio
Tan silentes como se cree un espejo
Las realidades en silencio se sumergen por…
No estoy listo para la contrición;
Ni para coincidir con algún remordimiento. Para la polilla
Inclinarse no más que la tranquila
Llama ahí implorando. Y temblorosos
En la caída de los copos blancos
Los besos son –
El único merito de toda concesión.
Es para ser aprendido –
Esta adhesión y este fuego,
Pero sólo por aquel que
Se agota a sí mismo otra vez.
Dos y dos veces
(Otra vez el recuerdo de fumar,
¡Astral copia de un difunto sangrando!) y otra vez.
Hasta que fue ganada la lógica brillante
Sin susurros como se cree
Un espejo.
Entonces, gota a gota cáustica, un grito perfecto
Deberá encordar cierta constante armonía –
Incansable travesura para todos aquellos que miden con los pies
Al mediodía la leyenda de su juventud.
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