Si
vieras a esa mujer que vuela con el viento
llevando
en sus ojos
los
signos de una tormenta venidera
y
con el pelo envuelto en torbellinos,
no
dudes, avísame,
quizás
ella sólo sea un anhelo mío,
quizás
sea ella a quien he buscado por aldeas y pueblos…
Tal
vez la encuentre en un callejón desierto,
con
un niño entre los brazos, o asomada a una ventana,
o
quizás la reconozca en un silbido, en un fragmento de canción
que
hable de cosas hermosas sobre el alejamiento
y
la distancia.
Si
sólo la vieras en las alas de una mariposa
volando
pegada al alquitrán del pavimento
con
los ojos enturbiados por los absurdos adornos de la historia
y
el pecho cargado con gritos de tristeza de todo un pueblo
y
sus frutos solitarios,
como
piedras en un cesto…
Tráela
al mercado de las tiendas cerradas
donde
el viento sopla entre las maderas,
a
las afueras del pueblo en que nacimos
y
soñamos nuestros sueños,
nuestros
pequeños sueños…
y
lo abandonamos.
Publicado por
primera vez en el periódico Al—Hayat,
8 de octubre de
2003
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