3 de
septiembre de 1940 – 13 de abril de 2015
Una larga mesa de amigos, en el
restorán Plataforma, era el refugio de Tom Jobim contra el sol del mediodía y
el tumulto de las calles de Río de Janeiro.
Aquel mediodía, Tom se sentó aparte.
En un rincón, se quedó tomando cerveza con Zé Fernando Balbi. Con él compartía
el sombrero de paja, que lo usaban salteado, un día uno, al día siguiente el
otro, y también compartían algunas cosas más.
–No –dijo Tom, cuando alguien se
arrimó–. Estoy en una conversa muy importante.
Y cuando se acercó otro amigo:
–Me vas a disculpar, pero nosotros
tenemos mucho que hablar.
Y a otro:
–Perdón, pero aquí estamos
discutiendo un asunto grave.
En ese rincón aparte, Tom y Zé Fernando no se dijeron ni una sola palabra. Zé Fernando estaba en un día muy
jodido, uno de esos días que habría que arrancar del almanaque y expulsar de la
memoria, y Tom lo acompañaba callando cervezas. Así estuvieron, música del
silencio, desde el mediodía hasta el fin de la tarde.
Ya no quedaba nadie cuando se
marcharon los dos, caminando despacito.
en Bocas del tiempo, 2004
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