jueves, abril 30, 2015

"Alicia en el País de las Maravillas", de Lewis Carroll

Fragmento del Capítulo VI




El Gato sólo sonrió cuando vio a Alicia. Se veía de buen carácter, pensó ella: pero también tenía unas uñas muy largas y muchísimos dientes, así es que pensó que debería tratarlo con respeto.

“Minino de Cheshire”, empezó Alicia tímidamente, pues no estaba del todo segura de si le gustaría ese nombre: sin embargo, el Gato sólo sonrió un poco más. “Bien, hasta aquí le gusta”, pensó Alicia, y continuó. “¿Podrías decirme, por favor, qué camino debo seguir para salir de aquí?”

“Esto depende un montón de adónde quieras llegar”, dijo el Gato.

“No me importa mucho dónde...”, dijo Alicia.

“Entonces no importa el camino que tomes”, dijo el Gato.

“...siempre que llegue a alguna parte”, añadió Alicia como explicación.

“Oh, puedes estar segura de eso”, aseguró el Gato, “si sólo caminas lo suficiente.”

A Alicia le pareció que esto no podía ser negado , así es que trató con otra pregunta. “¿Qué clase de gente vive por aquí?”

“En esta dirección”, dijo el Gato, haciendo un gesto con la pata derecha, “vive un Sombrerero: y en esta dirección”, e hizo un gesto con la otra pata “vive una Liebre de Marzo. Visita al que quieras: los dos están locos.”

“Pero es que no quiero ir donde haya gente loca”, remarcó Alicia.
“Oh, eso no lo puedes evitar”, dijo el Gato. “Aquí estamos todos locos. Yo estoy loco. Tú estás loca.”

“¿Cómo sabes que estoy loca?”, dijo Alicia.

“Tienes que estarlo”, dijo el Gato, “o no habrías venido aquí.”

Alicia pensó que esto no probaba nada. Sin embargo, continuó: “¿Y cómo sabes que estás loco?”

“Para empezar” dijo el Gato, “los perros no están locos. ¿De acuerdo?”

“Supongo”, dijo Alicia.

“Bien, entonces”, continuó el Gato, “mira, los perros gruñen cuando están enojados y mueven la cola cuando están contentos. Bueno, yo gruño cuando estoy contento y muevo la cola cuando estoy enojado. Por lo tanto, estoy loco.”

Yo lo llamo ronronear, no gruñir”, dijo Alicia.

“Llámalo como quieras”, dijo el Gato. “¿Vas a jugar croquet con la Reina hoy?”

“Me gustaría mucho”, dijo Alicia, “pero aún no he sido invitada.”

“Me verás ahí”, dijo el Gato, y se desvaneció.

Alicia no se sorprendió mucho de esto; se estaba acostumbrando tanto a que sucedieran cosas raras. Mientras miraba hacia el lugar donde el Gato había estado, repentinamente apareció otra vez.

“A todo esto, ¿en qué se convirtió el bebé?”, dijo el Gato. “Casi me olvido de preguntar.”

“Se convirtió en un cerdito”, dijo Alicia tranquilamente, como si el Gato hubiera vuelto de una forma natural.

“Pensé que así sería”, dijo el Gato, y desapareció otra vez.

Alicia esperó un poquito, medio esperando verlo otra vez, pero no apareció, y luego de uno o dos minutos caminó hacia la dirección en que le había dicho que vivía la Liebre de Marzo. “Sombrereros he visto antes”, se dijo a sí misma. “La Liebre de Marzo será mucho más interesante, y además, como estamos en mayo, quizá ya no esté loca... o al menos no tan loca como si estuviera en marzo.” Mientras decía esto, miró hacia arriba, y ahí estaba el Gato otra vez, sentado en la rama de un árbol.

“¿Dijiste cerdito o cardito?”, dijo el Gato.

“Dije cerdito”, replicó Alicia, “y desearía que no sigas apareciendo y desapareciendo tan repentinamente: haces que una se maree.”

“De acuerdo”, dijo el Gato; y esta vez desapareció muy lentamente, empezando por la punta de la cola y terminando con la sonrisa, que permaneció un tiempo después que el resto del Gato se había ido.

“Bien, a menudo he visto un gato sin sonrisa”, pensó Alicia, “¡pero una sonrisa sin gato! ¡Es la cosa más curiosa que he visto en toda mi vida!






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