Junto al río se
yergue
la torre de treinta metros de alto;
por allí pasa una
extensa
carretera de mil seiscientos kilómetros.
Contemplar el
lejano horizonte
desde esta altura
me basta para
confortar
la mente y el corazón.
Los correos no se
detienen
a todo lo largo del camino,
los soldados se
precipitan
hacia sus guarniciones.
En tiempos
turbulentos
siento de manera
especial
que es bueno estar ocioso.
Ahora que he pasado
los cuarenta,
es verdad, no es
demasiado pronto
para mi retiro.
Déjame que ahora
limpie
los vestidos manchados de polvo.
Nunca es demasiado
tarde
para retornar a los cerros.
en Poetas chinos de la dinastía T’ang, 1961
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