“¿Te
gusto?”
le
pregunté a la chaqueta azul.
Sin
respuesta.
El
silencio rebotó fuera de sus libros.
El
silencio cayó de su lengua
y
se sentó entre nosotros
y
trabó mi garganta.
Lapidó
mi confianza.
Arrancó
cigarros de mi boca.
Nosotros
intercambiamos palabras ciegas,
y
no lloré,
y
no rogué,
pero
la oscuridad llenó mis oídos,
la
oscuridad se abalanzó a mi corazón,
y
algo que había sido bueno,
una
especie de oxígeno agradable,
se
convirtió en un horno a gas.
¿Te
gusto?
¡Qué
absurdo!
¿Qué
pregunta es esa?
¿Qué
silencio es ese?
¿Y
por qué estoy dando vueltas,
plagada
de lo que dice su silencio?
7 de agosto, 1974
en Últimos poemas, 2014
(Traducción de Luz
María Astudillo)
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