Fruto
maduro, caerá de mi vientre,
palpita,
se dora como un maizal en sazón,
nada
le inquieta sino ser.
El
viento lo agita, como a los cogollos de los álamos
los
cantos queridos lo adormecen
cuando
caen las hojas, como si cayeran
lágrimas
sin llanto;
presiente
el paso infantil de las cabras sobre la mañana,
el
regreso de los girasoles de la tarde,
la
Cruz del Sur, prendida
en
el desnudo absoluto de la noche.
Después,
se duerme como la hoja del bambú,
inclinado
hacia abajo,
alargándose,
como un péndulo,
sin
brazos,
sin
ojos,
sin
voz,
materia
sin sombra, acurrucada
en
el vértice rojo de mis entrañas.
en Fotografía en oscuro, 2008
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