Creo
en el gran descubrimiento.
Creo
en el hombre que hará el descubrimiento.
Creo
en el terror del hombre que hará el descubrimiento.
Creo
en la palidez de su rostro,
la
náusea, el sudor frío en su labio.
Creo
en la quema de las notas,
quema
hasta las cenizas,
quema
hasta la última.
Creo
en la dispersión de los números,
su
dispersión sin remordimiento.
Creo
en la rapidez del hombre,
la
precisión de sus movimientos,
su
libre albedrío no reprimido.
Creo
en la destrucción de las tablillas,
el
vertido de los líquidos,
la
extinción del rayo.
Afirmo
que todo funcionará
y
que no será demasiado tarde,
y
que las cosas se develarán en ausencia de testigos.
Nadie
lo averiguará, no me cabe duda,
ni
esposa ni muralla,
ni
siquiera un pájaro, porque bien puede cantar.
Creo
en la mano detenida,
creo
en la carrera arruinada,
creo
en la labor perdida de muchos años.
Creo
en el secreto llevado a la tumba.
Para
mí estas palabras se remontan por encima de las reglas.
No
buscan apoyo en ejemplos de ninguna clase.
Mi
fe es fuerte, ciega y sin ningún fundamento.
en Fin y principio, 1993
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