Los
sueños nocturnos encuentran en el día la ocasión para extraviarse. Los dioses,
puestos en mármol o madera, escurren por los pantalones hacia el fondo de la
tierra. Las palabras, un lastre que, arrojado por la borda, devuelve un eco de
dudosas significaciones. Como si alguien gritara desde la ribera en un idioma
que ya nadie comprende o como una palabra en espera de otros oídos para ser
atendida.
en Isla del Rey,
2003
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