Vivo retirado. Amo el nombre del Doble Nueve. En
otoño los crisantemos florecen en mi jardín, pero no dispongo de vino turbio.
En vano como las flores del Doble Nueve y confío a las palabras mi sentimiento.
La
vida es corta y las penas muchas;
vivir
largo tiempo alegra al hombre.
Sol
y luna pasan a su debido tiempo,
todo
el mundo aprecia esta fiesta.
Se
congela el rocío, cesó el viento tibio,
el
día es claro, el cielo luminoso.
Volaron
las golondrinas sin dejar sus sombras,
resuena
el chillido de los gansos que regresan.
El
vino disipa cien inquietudes,
los
crisantemos detienen el correr de los años.
¿Cómo
es posible que este hombre en su cabaña
contemple
en vano cómo pasa esta fiesta?
La
copa polvorienta se burla del cántaro vacío;
las
flores del frío se exhiben en vano.
Solo,
cierro mi túnica y canto tranquilo,
desde
lejos me embriaga un sentimiento profundo.
Detenerse
en la calma es por cierto un placer,
¿cómo
conseguir que sea por mucho tiempo?
(*) La fiesta del Doble Nueve,
noveno día del noveno mes, es la fiesta de la longevidad y de la conjuración de
los males. Se sube a las montañas en compañía de amigos, se come y se bebe, con
pétalos de crisantemo en el vino, símbolo de larga vida. El nueve, jiu, suena
igual en chino que la palabra que significa duración, largo tiempo, jiu, y por
esto es un número de buen augurio.
en El maestro de los sauces, 2006
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