Se
trata de una mujer con los dientes
alineados
en una hilera magnífica
como
si el mismo sol los contara con los dedos
en
su gran plato de maíz incandescente.
Algo
que el viento no podría traducir
enredado
a los rehues que rayan la lluvia contra los sentidos.
La
conocí con desenfreno la noche de Lautaro.
Me
defendí de las erecciones con tinta de hormiga,
mientras
ella dormía a mis espaldas al calor de una madeja negra.
O
tal vez era la luna raspada que caía con el deshielo.
Apabullado
por una confusión ocular me dije:
se
trata del enigma de tu propio compromiso enjuiciado
en
el reino de la Pachamama. Lo recuerdo con perfección ciega:
acostado
con esa mujer que sonreía con la nítida igualdad de un brazo.
Qué
sudario el de mis antecedentes indígenas
Fichado,
con pánico nocturno en La Araucanía,
un
invierno de 40 auroras boreales.
en LOF sitiado, Homenaje al pueblo
mapuche, 2011
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