En un lugar de la memoria
encontré todo amontonado
después de tanto tiempo:
nuestros juegos dulces
padeciendo la madurez de los días;
los libros que se desprendían
algunas flores deshojándose;
las casas junto al mar
recién abiertas al verano.
Allí estaba tu mirada
y mis ojos suspendidos
en busca temerosa de una araña.
Creí oír la voz de tu madre y de la mía
y como antes hui
refugiándome a pensar
bajo la sombra.
Tendida en nuestra tierra
dibujé entre las ramas
y me hice un camino seguro
para llegar al cielo inmenso.
Extendí mis tesoros
robados de la casa vieja,
incluso la voz de tu madre y de la mía.
en Horario de un caracol, 1963
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