domingo, noviembre 03, 2013

“Lo que se dice jugador al fulbo”, de Roberto Fontanarrosa









Sí, sí, claro, por supuesto, usté me menciona todos esos nombres y, lógico, yo no le voy a decir que no. Porque yo también los he visto, los he visto a todos. Usté me habla de Ramos Delgado, del peruano Meléndez y sí, por supuesto, no le voy a negar que han sido grandes zagueros, grandes jugadores.

Le digo más, yo le voy a nombrar algunos otros de los cuales por ahí no se habla tanto pero eran jugado­res de gran calidad. Le nombro sin ir más lejos a un Valentino. No sé si usté se acordará de él. Un dos que jugaba en Argentinos Juniors: Valentino y Ditro. En ese gran equipo con Pando, Carceo... ¿eh?... Un ju­gador ténico, fino. O si no le nombro a Casares, la Chocha Casares, un morocho que jugaba en Central, que era un jugador de cuello duro, una niña jugando.

Claro... ¿qué pasa?... Que por ahí fueron jugado­res que jugaron siempre en equipos chicos y usté sabe bien, no nos vamos a engañar, que la prensa porteña se ocupa siempre nada más que de los grandes, porque no nos vamos a engañar.

Pero... además de los nombres que usté dice, que yo le reconozco que han sido fulbá pero fulbá de cali­dá, yo le puedo nombrar otros... ¡mi amigo! esos sí que eran jugadores y se lo digo, usté perdone, con el derecho que me dan los años que uno lleva viendo fulbo. ¿Qué edad me dijo usté que tenía? Bueno, ya ve, le llevo como treinta pirulos, y entonces le puedo nombrar a jugadores como el Gallego Pérez, jugadores que le han dado lustre al fulbo nacional. Pero jugado­res jugadores lo que se dice jugadores que usté no los iba a ver reventando una pelota o tirándola afuera a la marchanta. Jugadores que usté los veía y daba gusto. No como estos animales que usté ve ahora, ¡hágame el favor! que cobran lo que cobran y no le saben do­minar un fulbo, dígame la verdá. Me vienen a hablar de Perfumo, de Passarella... ¡Por favor! Son jugado­res fuertes, sí, rápidos, pero que no me los va a com­parar con un Pérez, con un Domingo de Guía, no me los va a comparar. Lo que pasa es que ahora aparece cualquier fulbá que pega un par de patadas y ya dicen que es "mariscal del área", "patrón del área"... dé­jeme de joder.

Ahora sí, eso sí, yo le reconozco que todos estos jugadores que usté me nombraba han sido fenómenos grandes jugadores dentro de ese puesto, un puesto que es muy jodido porque usté sabe que si falla el dos es gol seguro. Y eso que en general estamos hablando de fulbás que fueron grandes jugadores en una época en que el fulbá se quedaba atrás y se la bancaba solo, nada de tener el seis al lado como ahora que la llevan mucho más aliviada.

Yo le reconozco que todos éstos han sido grandes jugadores, pero si yo le tengo que nombrar un fulbá centro jugador al fulbo pero lo que se dice jugador al fulbo jugador al fulbo, lo que se entiende por jugador al fulbo, yo no lo dudo un momento: Palito Salvatie­rra.

Ya sé, ya sé, usté no lo habrá sentido nombrar por­que, claro, yo le estoy hablando de unos quince años atrás y además de un jugador que nunca vino a jugar a Buenos Aires. Le digo más, nunca jugó en primera, nunca jugó profesionalmente al menos no profesionalmente como lo que se entiende por eso. Pero, vaya usté todavía hoy a preguntar en algunos barrios de Rosario por Palito Salvatierra. Vaya y pregunte. ¡Y en barrios fulboleros eh! Barrios fulboleros fulboleros, que han dado al fulbo nacional montones de glo­rias nacionales.

Lo que pasa es que Palito nunca quiso firmar para ningún clú profesional, vaya a saber. Cada uno es due­ño. Yo no soy de meterme en la vida privada de nadie. Y eso que yo a Palito lo conocía bastante, no personalmente, no éramos amigos porque no éramos del mismo barrio. Él era de Saladillo y yo siempre viví en Tablada. Pero eso sí, le digo que hacían cola para llevárselo.

De Central lo iban a buscar todos los años. Incluso ya de grande. 22, 23 años, lo seguían yendo a buscar para que firmara. De Ñul también. Y de Central Córdoba, bueno, de Central Córdoba ya lo tenían cansado pidiéndole que jugara para ellos. Claro, lo veían jugar en los noturnos, o en los torneos de la zona y se volvían locos de pensar que ese jugador no estuviera jugando en Primera. Porque, le ase­guro, de los que han estado jugando en primera ninguno, ninguno, le ata los botines a Palito Salva­tierra. Una prestancia, una calidá, una elegancia, jugador de cabeza levantada, sereno, era... mi­re... un arcángel ese hombre en el área, para colmo rubio, alto, delgado. Y jugador ténico en partidos que no son para ser muy ténico que digamos, en partidos chivos, en clásicos de barrio, con las hin­chadas de los equipos ahí nomás, al lado de la línea de fuera, muchos chupados, gente de andar calza­da con bufosos, con púas. Cancha donde las líneas de la cancha estaban marcadas con zanjas, no con líneas de cal. Y donde él fuera se hacía respetar con policías a caballo que se la pasaban recorrien­do todo el contorno de la cancha para que la gente no se metiera adentro.

Había que estar ahí adentro y aguantarse las pu­teadas. Y bueno, en esos partidos, en esos partidos, cuando ya los ánimos se han puesto espesos y usté ve que los delanteros entraban al área como para reventar al que se le pusiera adelante, venían los centros y Palito saltaba y cuando parecía que la iba a cabecear, la paraba con el pecho. ¡Ahí! ¡Ahí, en medio del área, con mil tipos entrando a la carre­ra, en el punto del penal! La paraba con el pecho porque no cabeceaba nunca, no le gustaba cabecear, no sé, no le gustaba. La paraba con el pecho, la ponía contra el piso y ahí empezaba, la pasaba para acá, para allá, hacía pasar a un tipo, a otro, en una baldo­sa ¿eh? en una baldosa, y salía che, salía, el fulbo pegado al botín y sin mirarlo, mirando lejos, medio como si no le importara, pero ya vichando a los delanteros para meter el pase. ¡Parecía que pensa­ba en otra cosa, mire! ¡Eso era lo que daba más bronca! Y metía el pase, treinta, cuarenta metros. ¿Se acuerda de Sacchi? ¡Una cosa así! ¡Nunca rifó una pelota, pero nunca nunca! Yo he visto morirse un viejo al lado mío pidiéndole que la ti­rara afuera, un partido contra Palermo.

¿Tirarse al suelo? ¿Tirarse al suelo Palito Sal­vatierra? ¡Ni soñar! Ni soñar. ¡Si casi no corría! Tranqueaba. Parecía que adivinaba adónde iba la pelota, le juro. Salían los pases y ya estaba él ahí. Simple ¿vio? fácil. Corría en puntas de pies, pare­cía que no tocaba el suelo. ¿Se acuerda de Messiano, el chino Messiano? ¿Ese que jugó en Central que Pelé le rompió la nariz de un cabezazo? Bueno, así como Messiano. Palito corría en puntas de pies. Los mu­chachos decían que era para no despertar al arque­ro de su equipo. Porque, usté va a decir que yo le exagero, pero yo he visto dormir arqueros de equi­pos donde ha jugado Palito Salvatierra, yo los he visto dormir con mis propios ojos. Tipos recostados contra el palo y apoliyando, en esas tardes de calor ¿vio? Apoliyar, apoliyar. ¡Si no llegaba una pelo­ta! No llegaba una pelota.

Y le repito, en los años que yo lo vi jugar, se ima­gina que adonde sabíamos que había un torneo o un partido donde jugaba él ahí nos íbamos, no lo vi tirarse al suelo. No lo vi, no lo vi. Ni traspiraba. ¿Vio lo que son esas canchas? Pura tierra, cuando llueve es un barro que no se puede creer. No se ensu­ciaba el desgraciado salía después del partido como había entrado, era increíble.

Mire esto que le cuento le va a dar una idea de lo que era este jugador, para que vea que no le miento, porque es una anédota que la conoce todo el mundo. Una vez había terminado una final en Bigand, en ese entonces lo habían llevado a Palito a San Martín de Bigand y mi hermano era tesorero ahí, del clú. Ha­bíamos ganado la final... no sé... creo que contra Independiente de Chabás, y esa noche se hacía un baile para festejar el campeonato. Y al día siguiente me contaban, no sé cómo se habían enterado pero era verdá, porque era verdá, que parece que Palito se había levantado una mina en el baile. Se imagina, un tipo como él, un crá, y además pintón, muy pintón, alto, rubio, hacía un desastre entre las muje­res, las minas lo tenían loco. Y parece que cuando se va a encamar, esa noche, se saca la camiseta y abajo tenía la camiseta del equipo. ¡A la noche, todavía con la camiseta del equipo, la número dó! ¡De no creer! Pero le digo que era un tipo que ni traspiraba jugando, no se ensuciaba, era un duque.

Claro usté dirá: "Vaya a saber contra quién jugaba ese Salvatierra", no vaya a creer. No vaya a creer. No hay que engañarse. En esas zonas, en esas ligas, en esos torneos hay cada nene que se la cuento, jugadores estraordinarios, cada número nueve que ya lo querrían tener más de uno de los equipos de pri­mera. Había un nueve que tenía la Academia, el Toro Medina, que era un fenómeno. Un tanque. Se lo quería llevar Huracán, lo fueron a buscar a Rosario y todo, pero al negro le gustaba el escabio. Estuvo unos meses en Huracán y después se volvió. ¿Sabe qué jugador era ése? Cuando tenía que jugar contra Palito se venía loco. No podía creer que este otro sin correr, sin pegarle una patada, le sacaba todas las pelotas. Loco se venía. No lo podía creer.

Y hace poco lo vi de nuevo a Palito. Íbamos por calle San Martín me acuerdo en el auto de mi sobri­no, el Chelo. Porque él tiene un tasi y a veces yo lo acompaño, para charlar un rato, hacerle compañía. Y me acuerdo que íbamos por San Martín y, ya de lejos lo veo al Palito. Lo reconocí enseguida, se imagina verlo caminar nomás me di cuenta que era él, estaba un poco más gordo, no mucho pero un poco más gordo pero nomás de espalda me di cuenta que era él. Hacía años que no lo veía. Y le digo al Chelo que aminore un poco la marcha y bajo el vidrio de la ventanilla y cuando paso al lado le grito: "¡Hijo de puta!". Hijo de puta que el gol en contra que se hizo en un partido contra Cabildo no tiene nombre.



en El mundo ha vivido equivocado, 1982  
















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