jueves, junio 20, 2013

“El águila”, de Leonardo Sanhueza









Mucho me hablaron de este pueblo, dicen
que es posible mirar el sol fijamente, envejecer
de golpe detrás de unos gladiolos
y morir escuchando las risas de los niños
que danzan alrededor de la casa en llamas.
Yo no sé quién es usted ni cuál es su nombre,
sólo sé que mis hijos serían felices
viviendo en este pueblo. Míreme bien,
¿soy digno de entrar en su casa? Mis ojos,
¿le recuerdan los de algún ser querido? Mis manos,
¿son las de un trabajador? Quisiera
compartir con usted algunas horas, nada más.
El tiempo pasa y siento que mi piel se desprende
en escamas. Me han dicho que es posible
mirar el sol fijamente, que es posible
envejecer de golpe detrás de unos gladiolos.

Expulsé de mi casa las crías de mis manos,
toda mi vida la pasé colgado del destino
y heme aquí, buscando reposo.
Soy el que soy, un ojo en la penumbra,
un peñasco que espera la hora propicia
para arrojarse al mar que refleja todas las cosas.
Yo no sé quién es usted ni cuál es su nombre,
pero su rostro es el rostro del mar
que refleja todas las cosas. Y que no dice palabra.




en Tres bóvedas, 2003











Fotografía de Héctor González de Cunco















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