viernes, diciembre 21, 2012

“Que viva la música”, de Andrés Caicedo

Fragmento






Mis sueños se han hecho livianitos. Vuelvo yo de oír puras complacencias, vuelvo sin mucho sueño, sólo porque ya han llegado las 4, la hora, según la legalidad, de estar en calma. Y camino yo a mi cuarto donde tengo una vista de Santa Bárbara y otra de Janis Joplin pegada a una botella de alcohol, porque adentro nace un sol y yo no encuentro a mi amor, me acuesto repitiendo mis letras, y no duermo, y no sueño, siento es un martilleo adentro que me va marcando los compases y yo, haciendo esfuerzos, repito la letra que le va y al mismo tiempo me tapo los oídos y pelo los dientes para no oírla, para no decirla, para significar que me duele, pero al mismo tiempo repaso la imagen tan reciente de yo accediendo a bailar, llena de sonrisas, remolona, echándose la nueva y mejor rumba. Lo que es mañana, me la paso comprando telas para vestidos, mirándome al espejo, haciendo propósitos de llegarme hasta el Sur y pasarme el día animando a los muchachos. Ya nunca lo hago, ya no cruzo el río. Solamente mi calle, que me da la música. Los que vienen son los del Nortecito, muy de vez en cuando (porque por allá las cosas están muy ensilenciadas), entonces vienen por un poquito más de bulla y por las frases mías.

Tú, haz aún más intensos los años de niñez recargándolos con la experiencia del adulto. Liga la corrupción a tu frescura de niño. Atraviesa verticalmente todas las posibilidades de precocidad. Ya pagarás el precio: a los 19 años no tendrás sino cansancio en la mirada agotada de capacidad de emoción y disminuida la fuerza de trabajo. Entonces bienvenida sea la dulce muerte fijada de antemano. Adelántate a la muerte, precísale una cita. Nadie quiere a los niños envejecidos. Sólo tú comprendes que enredaste los años para malgastar y los años de la reflexión en una sola torcida actividad intensa. Viviste al mismo tiempo el avance y la reversa.

Cuando estés reventando acompañado, ¿tú qué harás? ¿Te quedarás dormido con la boca abierta delante de quienes han admirado siempre tu vitalidad? ¿Te despedirás dando tumbos para que se dé a tus espaldas un ramo de habladurías? ¿Reventarás encima de los otros? ¿Por qué buscas la compañía en tus momentos de degradación? Vuélvete adicto a los vicios solitarios.

Fue raro sentir lo que iba a ser cosa de todos los días, ese pasar al lado de una disquería y quedarme como boba ante cualquier par sonido de cueros, y: "¿A la orden?", me decían, y yo, boquiabierta, sorprendida: "nada, gracias". Al principio hasta pensé en formar una discoteca. Hubiera sido muy respetada, la mona que tiene toda la salsa en su casa. ¿Pero en cuál casa? ¿En este cuarto con closet y espejo en que vivo? Además nunca he servido para coleccionar nada, me falta disciplina, seguro habría terminado prestando todos los discos, y además pensé: "si junto discos me va a dar por oírlos aquí adentro. Me voy a volver una sombra de melancolía, y de allí al tango no hay sino un paso". De todos modos me hubieran respetado más, al que tiene discos lo respetan. A mí no me irrespetan mucho porque les repito en el oído toda la letra de los boleros, malos y buenos, porque les marco hasta lo que no se entiende, el menor giro, la menor llamada al ánimo para la música pesada.

El cheque de mis papas lo cobro ahora cada viernes. Ellos han ampliado su benevolencia. Y cada viernes estropeo a un hombre: esos gordos que se aventuran por semejantes calles. Y a los pelados que han oído de mí los dejo siempre con su rasguñito, y al otro día van y cuentan a todo el colegio por la que pasaron. Como no quiero que las otras mujeres se pongan a pensar que además de mi trabajo de dónde es que saco tanta plata, entonces yo nunca les he caminado muy oronda ni de cuchí cucha: todas saben que las quiero.

Cantan los pájaros, y a los árboles (que lejos están de aquí, al otro lado del río) los imagino meciéndose en cada crepúsculo, luego me imagino que cada hoja produce el sonido atarván de las trompetas que es el llamado de la selva, la que ya me picó con su embrujo. Sé que soy pionera, exploradora única y algún día, a mi pesar, sacaré la teoría de que el libro miente, el cine agota, quémenlos ambos, no dejen sino música. Si voy pallá es que pallá vamos. Vivimos el momento de más significado en la historia de la humanidad, y es primera vez que se ha exigido tanto de los culimbos. Mi opinión modesta, viéndoles las caras, las bocas de las ojeras, es que ellos, mis amigos, han cumplido. Somos la nota melosa que gimió el violín. Se reían del bugalú y mira ahora qué.

Tú, no te detengas ante ningún reto. Y no pases a formar parte de ningún gremio. Que nunca te puedan definir ni encasillar.

Que nadie sepa tu nombre y que nadie amparo te dé.

Que no accedas a los tejemanejes de la celebridad. Si dejas obra, muere tranquilo, confiando en unos pocos buenos amigos. Nunca permitas que te vuelvan persona mayor, hombre respetable. Nunca dejes de ser niño, aunque tengas los ojos en la nuca y se te empiecen a caer los dientes. Tus padres te tuvieron. Que tus padres te alimenten siempre, y págales con mala moneda. A mí qué. Jamás ahorres. Nunca te vuelvas una persona seria. Haz de la irreflexión y de la contradicción tu norma de conducta. Elimina las treguas, recoge tu amor en el daño, el exceso y la tembladera.

Todo es tuyo. A todo tienes derecho y cóbralo caro. No te sientas llenecita nunca. Aprende a no perder la vista, a no sucumbir ante la miopía del que vive en la ciudad. Ármate de los sueños para no perder la vista.

Olvídate de que podrás alcanzar alguna vez lo que llaman "normalidad sexual", ni esperes que el amor te traiga paz. El sexo es el acto de las tinieblas y el enamoramiento la reunión de los tormentos. Nunca esperes que lograrás comprensión con el sexo opuesto. No hay nada más disímil ni menos dado a la reconciliación. Tú, practica el miedo, el rapto, la pugna, la violencia, la perversión y la vía anal, si crees que la satisfacción depende de la estrechez y la posición predominante. Si deseas sustraerte a todo comercio sexual, aún mejor.

Para el odio que te ha infectado el censor, no hay remedio mejor que el asesinato. Para la timidez, la autodestrucción. Adonde mejor se practica el ritmo de la soledad es en los cines. Aprende a sabotear los cines. No accedas al arrepentimiento ni a la envidia ni al arribismo social. Es preferible bajar, desclasarse; alcanzar al término de una carrera que no conoció el esplendor, la anónima decadencia. Para endurecer la unidad sellada, ensaya dándote contra las tapias.

No hay momento más intenso ni angustioso que el despertar del hombre que madruga. Complica y prolonga este momento, consúmete en él. Agonizarás lentamente y de berrido en berrido enfrentarás los nuevos días.

Es prudente oír música antes del desayuno.

Tú, disimula el olvido. Aprende a contemplar inconmovible toda génesis. Si te tienta la maldad, sucumbe: teminaréis por rodar juntas del mismo brazo.

Come de todo lo que sea malo para el hígado: mango biche y hongos y pura sal, y acostúmbrate a amanecer con los gusanos. Créete ceiba, que también cría parásitos.

Tú, no te preocupes. Muérete antes que tus padres para librarlos de la espantosa visión de tu vejez. Y encuéntrame allí donde todo es gris y no se sufre. Somos muchas. Incomunica el dato.

Apuesto a que nadie oye cómo cada chirriar de tacones, cada botellazo en la cara, cada súplica de borracho que resbala, cada bembé formado, como todo, todo me llama, cómo todo es mío y la descarga me llama. De no haber conocido nunca este son montuno, habría sido escuálida alma perdida, sin cabuyas por la selva. Pero ya me llaman, me ladran. Ya se dice que vienen de otras ciudades a conocerme y a gastar canecas. Sacan fotos mías en la prensa amarilla, y yo me río imaginando la cara de escándalo que harán los cerdos, si no fuera porque ahora ya me faltan fuerzas, lograría unión para salir y gritar consignas y quebrar ventanas, pero para qué ilusiones si quedan lejos esos barrios: ya no son nunca más mi rumbo. Supongo que los marxistas ven las fotografías y pensarán: "Observen ustedes lo bajo que puede llegar la burguesía".

Qué bajo pero qué rico, no me importa servir de chivo expiatorio, yo estoy más allá de todo juicio y salgo divina, fabulosa en cada foto. Fuerzas tengo. Yo me he puesto un nombre:

 SIEMPREVIVA

 propicio para que de andarse de mucha confianza con la noche no sea que lo arropen a uno, el cochero que viene y para, el cochero negro de la silla colora. Yo seguiré de frente, porque la rumba no es como ayer, nadie la puede igualar, sabor, la rumba no es como ayer, nadie la puede controlar. Tú enrúmbate y después derrúmbate. Échale de todo a la olla que producirá la salsa de tu confusión. Ahora me doy, dejando un reguero de tinta sobre este manuscrito. Hay fuego en el 23.





1977














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