No pretendo de ninguna manera insultarte con el título de esta columna. Tengo la más alta opinión de tu calidad de ciudadano de la República y considero que eres o debieras ser el verdadero protagonista de la política, esa con “p” mayúscula que pensara e inventara un lúcido griego hace varios milenios. Sólo estoy jugando con unos versos del poeta Charles Baudelaire, que en el poema inicial de su libro Las flores del mal de pronto interpela directamente al lector y le dice: “Tú, hipócrita lector, mi semejante, mi hermano”. Baudelaire acababa de enumerar los “monstruos” que están enquistados en lo más profundo de nuestro ser: la mezquindad, la tontería, el error, la laxitud. Pero hay uno –según el poeta– que es el más malvado, el más inmundo y lóbrego de todos, y ése es el Tedio (spleen, que es la palabra inglesa que usa Baudelaire, podría también traducirse como “aburrimiento”).
El “Tedio” lo devasta todo; con un solo bostezo “devoraría el orbe”. Por lo demás, nuestra sociedad del espectáculo y la farándula se sustenta en el miedo que todos le tenemos al aburrimiento. Huimos de él, no lo enfrentamos, no queremos estar a solas con él. Heidegger, en cambio, celebra el aburrimiento, porque lo considera la antesala de la angustia, y es sólo a través de la angustia que tocamos los bordes de nuestro ser más profundo. No se trata de quedarse pegados en la angustia por la angustia. Una vez vivida a fondo, con coraje y autenticidad, podemos volver a la vida con un nuevo entusiasmo, y celebrar un nuevo comienzo.
Toda esta larga digresión es para invitarte, lector, a asumir tu condición de elector con plena lucidez y responsabilidad e, incluso, gozo. Baudelaire le dice al lector que es hipócrita, porque éste hace como si lo que el escritor escribiera no le estuviera sucediendo a él; por eso lo llama “mi semejante, mi hermano”. El no hacerse cargo de lo que ocurre en el país es ser hipócrita, asumiendo el deber cívico con tedio, pasividad e incluso cinismo.
Es fácil que culpemos a los políticos por el estado lamentable de nuestra política. Si ellos están ahí, es porque los hemos dejado hacer, porque muchas veces o los hemos votado sin informarnos, por pura inercia, o no hemos ido a votar porque creímos que ya no era posible cambiar nada. En ambos casos, hemos sido cómplices de la decadencia, hemos sido “hipócritas electores”.
Lo importante no es votar o no votar: ése no es el dilema. Si votas, hazlo con plena conciencia, infórmate y piensa. Que la raya sobre el voto no sea un gesto vacío y azaroso. Si votas por un candidato –cualquiera éste sea–, hazlo por sus cualidades y proyectos, y no por “tincada” o resignación. Y si votas nulo, que éste sea un voto nulo activo, reflexivo, de protesta con esperanza, porque no te conformaste con los “ofertones” o los “saldos” que te ofrecen los partidos políticos como alternativas esta vez, pero estarías dispuesto en la próxima elección a aceptar una oferta política de mejor calidad. O sea, con tu voto nulo estás obligando a los partidos a hacer mejor su trabajo.
Y si decides no ir a votar, es tan radical (aunque legítima) tu opción, que la entiendo y respeto, siempre y cuando estés dispuesto a participar activamente en la creación de nueva política, mejor que ésta. Te estoy invitando, por lo tanto, a asumir la condición de elector con “oficio de ciudadano”, como propone el filósofo español Fernando Savater.
Hipócrita elector, mi semejante, mi hermano: a pocas horas del rito ciudadano, no te dejes confundir ni por los cantos de sirena del marketing vacío ni por las campañas de terror que andan circulando por estos días contra el voto de legítima protesta. Decidas lo que decidas, que esa decisión, secreta y sagrada, sea el resultado no de una indiferencia hipócrita, sino de una angustia comprometida: la angustia por el estado de nuestra política, que empieza a importarte cuando descubres que la política también eres tú.
en El Mercurio, 25 de octubre, 2012
2 comentarios:
Estupenda aportación. Totalmente de acuerdo, un abrazo,
Jessica Cabrera C.
Gurú: Soy una incoherente. Dos pensamientos me consumieron ese día, la pena del luto y "me gusta la política, pero no los políticos". Estoy enferma de poligamia politiquera. Sí, encajo en el perfil de "hipócrita lector" Baudelaire. No porque no llueva, la tierra se seca; no por no hacer el amor, no te gusta el sexo; no porque mueras, te dejan de pensar; no por faltar a votar, dejo de querer mi patria; y no por incoherente dejo de ser "hipócrita lectora. Ana P.J.
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