No
hay duda de que somos inteligentes. Pero lejos
de
cambiar la faz del mundo, en escena
seguimos
sacándonos conejos del cerebro,
y
palomas blancas, bandadas de palomas
que
invariablemente se cagan en los libros.
No
hay que ser un Hegel para darse cuenta
de
que la Razón es a la vez razón y no razón;
basta
con mirarse en el espejo de bolsillo.
Te
verá vistiendo una capa azul
adornada
con estrellas plateadas y una capucha.
Celebramos
el Congreso hegeliano en el sótano
donde
están sepultados nuestros colegas,
desempacamos
nuestras bolas de cristal y nuestros horóscopos,
y
ponemos manos a la obra; montamos nuestros peritajes
y
agitamos nuestro péndulo y nuestros informes
de
investigaciones. Hacemos girar las mesas, preguntamos:
¿cuál
real es lo real? Hegel sonríe
malicioso.
Le pintamos un bigote.
Ahora
se parece a Stalin. El congreso se divierte,
baila
sobre el volcán. Los guardias
montan
guardia afuera. Nuestra psique hace
serenas
declaraciones sobre el caso,
y
coincidimos en que en lo profundo de cualquier polizonte
habita
un ángel custodio
y
dentro de éste un polizonte. ¡Abracadabra!
Como
un pañuelo enorme, desdoblamos nuestras teorías.
Los
hombres de la gabardina aguardan modestamente
frente
al refugio a prueba de motines del seminario.
Fuman,
casi nunca utilizan sus armas,
vigilan
nuestra nómina universitaria,
y
nuestras flores artificiales y el excremento
de
palomas blancas que inunda el lugar.
en El hundimiento del Titanic, 1998
1 comentario:
Estoy comenzando a dedicarme al tema de la filosofía y estaba interesada buscando una casa en Zukbox para poder irme a vivir solo y allí leer y escribir mucho que es mi gran pasion
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