a Rolando Cárdenas
Ha llegado el tiempo
En que los poetas residentes
Escriban acrósticos
A las hermanas de los maníaco-depresivos
Y a las telefonistas.
Los alcohólicos en receso
Miran el primer volantín
Elevado por el joven psicópata.
Sólo un loco rematado
Descendiente de alemanes
Tiene permiso para ir a comprar “El Mercurio”.
Tratemos de descifrar
Los mensajes clandestinos
Que una bandada de tordos
Viene a transmitir a los almendros
Que traspasan los alambres de púa.
William Gray, marino escocés,
Pasado su quinto delirium
Nos dice que fue peor el que sufrió en el Golfo Pérsico
Y recita a Robert Burns
Mientras el “Clanmore”, su barco, ya está en Tocopilla.
Ha llegado el tiempo
En que de nuevo se obedece a las campanas
Y es bueno comprar coca – cola
A los Hermanos Hospitalarios.
El Pintor no cree
En los tréboles de cuatro hojas
Y planea su próximo suicidio
Herborizando entre yuyos donde espera hallar cannabis
Para enviarla como tarjeta de Pascua
A los parientes que lo encerraron.
Los caballos aran preparando el barbecho.
En labor-terapia
Los mongólicos comen envases de clorpromazina.
Saludo a los amigos muertos de cirrosis
Que me alargan la punta florida de las yemas
De la avenida de los ciruelos.
La Virgen del Carmen
Con su sonrisa de yeso azul
Contempla a su ahijado
Que con los nudillos rotos
Dormita al sol atiborrado de Valium 10.
(En el Reino de los Cielos
todos los médicos serán dados de baja).
Aquí por fin puedes tener
Un calendario con todos los días
Marcados de rojo
O de blanco.
Es la hora de dormir –oh abandonado—
Que junto al inevitable crucifijo de la cabecera
Velen por nosostros
Nuestra Señora la Apomorfina
Nuestro señor el Antabus
El Mogadón, el Pentotal, el Electroshock.
en Para un pueblo fantasma, 1978
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