No podía faltar en la escena el único árbol
del patio,
sobreviviente en su propia soledad,
predicador en el desierto
de su estampa.
La oscuridad
aletea en el ramaje
sin mover una hoja:
es
Invierno en ese lado de la ventana
en gloria y
majestad
y el patio enmudece ante la presencia del
tirano.
Ídolo abandonado por sus fieles –los pájaros–
preside la
caída de sus hojas como barajas de un naipe
que alguien lanza desde lo alto de un
andamio.
La escena
habla por sí misma.
De los otros personajes hablan los
ceniceros y los vasos
envejecidos por
el vino reseco y la ceniza.
Pero el árbol no improvisa su monólogo.
Hablan en él otros ausentes con un crepitar
de la hojarasca.
Personaje inadvertido –como ellos– este árbol.
Una trizadura más en el vidrio mayor de
la ventana.
1966
en Prince de Jeu Cartes / Príncipe de Naipes, Ediciones GrilloM, 1985
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