Pocos se habrán dado
cuenta de que la semana pasada la portavoz del Departamento de Estado de
EE.UU., Victoria Nuland, anunció enigmáticamente que Washington “dejará de
cumplir ciertas obligaciones del Tratado de Fuerzas Armadas Convencionales en
Europa (CFE, por sus siglas en inglés) respecto a Rusia”.
Traducción:
desde ahora Washington no informará del nuevo despliegue de su marina global.
Se supone que ahora la estrategia de “reposicionamiento” mundial del Pentágono
será secreta.
Hay que
agregar algunos antecedentes esenciales. La primera parte del CFE se firmó en
1990, cuando todavía existía el Pacto de Varsovia y la OTAN supuestamente debía
defender al Occidente “libre” contra lo que se presentaba como un amenazador
Ejército Rojo.
La
primera parte establecía una reducción significativa de la cantidad de tanques,
artillería pesada, jets de caza y helicópteros y que ambas partes hablarían
constantemente al respecto.
La
segunda parte del CFE se firmó en 1999, en el mundo post-URSS. Rusia movió el
grueso de su arsenal detrás de los Urales mientras la OTAN se siguió
expandiendo hasta las fronteras de Rusia, traicionando de modo flagrante la
promesa que hizo personalmente George Bush padre a Mijail Gorbachov.
Vladimir
Putin entró en escena en 2007 y decidió suspender el papel de Rusia en el CFE
hasta que EE.UU. y la OTAN confirmaran la segunda parte. Washington no hizo
nada en absoluto y pasó cuatro años reflexionando qué hacer. Ahora, incluso las
“conversaciones” están en espera.
No interfieran con Siria
Moscú,
sin embargo, ya sabe desde hace años hacia dónde va el Pentágono: Polonia, la
República Checa, Hungría, Lituania.
No
obstante, el sueño de la OTAN es algo completamente diferente: Bosquejado ya en
una cumbre en Lisboa hace un año, quiere convertir el Mediterráneo en un lago
de la OTAN.
Diplomáticos
de la UE confirman, extraoficialmente, que la OTAN discutirá en una reunión
clave a principios de diciembre cómo establecer una cabeza de puente muy cerca
de la frontera meridional de Rusia para acelerar la desestabilización de Siria.
Para
Rusia, una intervención occidental en Siria es totalmente imposible. La única
base naval de Rusia en el Mediterráneo Oriental está en el puerto (sirio) de
Tartus.
No es
casualidad que Rusia haya instalado su sistema de defensa aérea S-300 –uno de
los mejores sistemas de misiles tierra-aire para todas las altitudes del mundo,
comparable con el Patriot estadounidense– en Tartus. La actualización al
sistema S-400, aún más sofisticado, es inminente.
Además,
por lo menos un 20% del complejo industrial militar ruso entraría en una
profunda crisis si perdiera esos asiduos clientes sirios.
Esencialmente
la OTAN –para no mencionar a Israel– sería suicida si tratara de atacar Siria
por mar. Los servicios rusos trabajan con la hipótesis de un ataque a través de
Arabia Saudí.
Otros
países también son muy conscientes de la estrategia de la OTAN de realizar un
“remix de Libia”.
Por
ejemplo, la reunión de la semana pasada, en Moscú, de los viceministros de Exteriores
del grupo de países emergentes BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica).
El
BRICS no podría ser más explícito: Olvidad una intervención extranjera en
Siria, como diciendo que “cualquier interferencia externa en los asuntos de
Siria, que no esté de acuerdo con la Carta de la ONU, debe excluirse”.
El
BRICS también condena las sanciones adicionales contra Irán
(“contraproducentes”) y toda posibilidad de un ataque. La única solución –tanto
para Siria como para Irán– son el diálogo y las negociaciones. Olvidad una
votación de la Liga Árabe que conduzca a una nueva resolución R2P
(“responsabilidad de proteger”) aprobada por el Consejo de Seguridad de la ONU.
Es un
terremoto geopolítico. La diplomacia rusa ha coordinado con los otros miembros del
BRICS un fuerte golpe en la mesa: lucharemos contra nuevas intervenciones de
EE.UU. –“humanitarias” o no– en Medio Oriente. Ahora es Pentágono/OTAN contra
el BRICS.
Brasil,
India y China observan con el mismo interés que Rusia, igual que Francia (bajo
el neonapoleónico Liberador de Libia Nicolas Sarkozy) y Turquía, ambos miembros
de la OTAN, han invertido, sin límites, en el contrabando de armas y han
apostado por una guerra civil en Siria a la vez que frustran toda posibilidad
de un diálogo entre el régimen de Assad y la fragmentada oposición.
Alerta ante el riesgo
Tampoco
es un secreto para el BRICS que la estrategia de “reposicionamiento” del
Pentágono implica un intento no disimulado de imponer, a largo plazo, una
“negativa de acceso” al transporte marítimo chino y a la expansión a mar
abierto de la armada de China.
El
reposicionamiento actual a través de África y Asia especialmente concierne a
cuellos de botella. No es sorprendente que los cuellos de botella cruciales del
mundo sean temas de seguridad nacional para China, en cuanto a su suministro de
petróleo.
El
Estrecho de Ormuz es el cuello de botella crucial del petróleo (aproximadamente
16 millones de barriles diarios, el 17% del petróleo que se comercializa en
todo el mundo, más de un 75% exportado a Asia).
El
Estrecho de Malaca es el vínculo crucial entre el Océano Índico y el Mar del
Sur de China y el Pacífico, la ruta marítima más corta entre el Golfo Pérsico y
Asia, con un flujo de unos 14 millones de barriles diarios.
Y Bab
el-Mandab, entre el Cuerno de África y Medio Oriente, es el vínculo estratégico
entre el Mediterráneo y el Océano Índico, con un flujo de 4 millones de
barriles diarios.
El
consejero de seguridad nacional del gobierno de Obama, Thomas Donilon, ha
estado argumentando insistentemente que EE.UU. necesita “reequilibrar” su
énfasis estratégico de Medio Oriente a Asia.
Ese
hecho va muy lejos para explicar el envío de marines a Darwin en el norte de
Australia, que analicé en un artículo anterior. Darwin está muy cerca de otro
cuello de botella, Jolo/Sulu en el sudoeste de las Filipinas.
El
primer secretario general de la OTAN Lord “Pug Ismay” acuñó el famoso mantra
según el cual el bloque atlantista debe “mantener a los rusos afuera, a los
estadounidenses adentro y los alemanes abajo”.
Ahora
el mantra de la OTAN parece que es “mantener a los chinos afuera, a los
estadounidenses adentro y los rusos abajo”.
Pero
las acciones del Pentágono/OTAN -todas parte de la doctrina de la Dominación a
Espectro Completo– lo que hacen realmente es juntar más y más a Rusia y China,
no solo dentro del BRICS, sino especialmente en la expandida Organización de
Cooperación de Shanghái (SCO), que se convierte rápidamente en un bloque
económico, pero también militar.
La
Dominación a Espectro Completo implica que Washington cerque Asia con cientos
de bases militares y ahora sistemas –no probados– de defensa de misiles.
Crucialmente, esto implica la amenaza de todas las amenazas: la capacidad de
primer ataque.
Pekín,
al menos de momento, no ha calificado de actos de guerra la expansión de
AFRICOM (el Comando África de EE.UU.) contra sus intereses comerciales, o los
marines posicionados en Australia.
Pero
Rusia, como en el caso de la expansión de la defensa de misiles a Europa Oriental
y Turquía, la “falta de conversaciones” respecto al CFE, y los designios de la
OTAN respecto a Siria, es mucho más enérgica.
Hay que
olvidar la posibilidad de que los “competidores estratégicos” de EE.UU., Rusia
y China, cedan su soberanía o comprometan su seguridad nacional. Alguien tiene
que revelar la noticia a esos generales en el Pentágono: Rusia y China no son
precisamente Iraq y Libia.
en aljazeera.com, 30 de noviembre, 2011
Traducción de Germán Leyens para rebelion.org
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