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Añoramos un lenguaje más primitivo que el nuestro. Los antepasados
hablan de una época donde las palabras se extendían con la serenidad de la
llanura. Era posible seguir el rumbo y vagar durante horas sin perder el
sentido porque el lenguaje no se bifurcaba y se expandía y se ramificaba hasta
convertirse en este río donde están todos los cauces y donde nadie puede vivir
porque nadie tiene patria. El insomnio es la gran enfermedad de la nación. El
rumor de las voces es continuo y sus cambios suenan noche y día. Parece una
turbina que marcha con el alma de los muertos dice el viejo Berenson. No hay
lamentos, sólo mutaciones interminables y significaciones perdidas. Virajes
microscópicos en el corazón de las palabras. La memoria está vacía porque uno
olvida siempre la lengua en la que ha fijado los recuerdos.
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Cuando decimos que el lenguaje es inestable no estamos hablando de una
conciencia de esa modificación. Es necesario salir de allá para percibir el
cambio. Si uno está adentro cree que el lenguaje es siempre el mismo, una
especie de organismo vivo que sufre metamorfosis periódicas. La imagen más
divulgada es la de un pájaro blanco que en el vuelo va cambiando de color. El
aletear profundo del pájaro en la transparencia del aire da una falsa ilusión
de unidad en el pasaje de los tonos. El dicho dice que el pájaro vuela
interminablemente y en círculos porque le han vaciado el ojo izquierdo y busca
ver la otra mitad del mundo. Por eso nunca va a poder aterrizar, dice el viejo
Berenson y se ríe con la jarra de cerveza otra vez contra los bigotes, porque
no encuentra un pedazo de tierra donde apoyar la pata derecha. Tuerto habría de
ser el tero dijo después, para perderse en el aire y venir a parar a esta isla
de mierda. No empieces, Shem, le dice Teynneson tratando de hacerse oír en el
barullo del bar, entre los acordes del piano y las voces de los que cantan Three quarks for Muster Mark!, todavía
tenemos que ir al entierro de Pat Duncan y no quiero tener que llevarte en
carretilla. Ese es el sentido del diálogo, que se repite como un chiste privado
cada vez que están por irse, pero no siempre usan el mismo lenguaje. Se
sostienen del brazo y cruzan muy erguidos el salón para salir. La escena se
repite, pero sin saberlo hablan del pájaro tuerto y del entierro de Pat a veces
en ruso, a veces en un francés del siglo XVIII. Dicen lo que quieren y lo
vuelven a decir pero ni sueñan que a lo largo de los años han usado cerca de
siete lenguas para reírse del mismo chiste. Así son las cosas en la isla.
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“El lenguaje se transforma según ciclos discontinuos que reproducen la
mayoría de los idiomas conocidos (registra Turnbull). Los habitantes hablan y
comprenden instantáneamente la nueva lengua pero olvidan la anterior. Los
idiomas que se han podido identificar son el inglés, el alemán, el danés, el
español, el noruego, el italiano, el francés, el griego, el sánscrito, el
gaélico, el latín, el sajón, el ruso, el flamenco, el polaco, el esloveno, el
húngaro. Dos de las lenguas usadas son desconocidas. Pasan de una a otra pero
no las pueden concebir como idiomas distintos sino como etapas sucesivas de una
lengua única.” Los ritmos son variables, a veces un idioma permanece semanas, a
veces un día. Se recuerda el caso de una lengua que se mantuvo quieta durante
dos años. Después se sucedieron quince modificaciones en doce días. Habíamos
olvidado las letras de todas las canciones, dijo Berenson, pero no la melodía y
no hubo modo de cantar una canción. Se veía a la gente en los pubs silbando a
coro como guardias escoceses, todos borrachos y alegres, marcando el ritmo con
las jarras de cerveza mientras buscaban en la memoria alguna letra que
coincidiera con la música. La melodía persiste y es un aire que cruza la isla
desde el principio de los tiempos pero de qué nos sirve la música si no podemos
cantar, un sábado a la noche, en el bar de Humphery Chimden Earwicker cuando
todos estamos borrachos y ya nos olvidamos de que el lunes hay que volver al
trabajo.
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En la isla se cree que los ancianos se encarnan al morir en los
nietos, razón por la que no pueden encontrarse los dos vivos al mismo tiempo.
Como ocurre a pesar de todo algunas veces, cuando un anciano se encuentra con
su nieto, antes de poder hablar con él, debe darle una moneda. En esa teoría de
las reencarnaciones se ha fundado la lingüística histórica. La lengua es como
es porque acumula los residuos del pasado en cada generación y renueva el
recuerdo de todas las lenguas muertas y de todas las lenguas perdidas y el que
recibe esa herencia ya no puede olvidar el sentido que esas palabras tuvieron
en los días de los antepasados. La explicación es simple pero no resuelve los
problemas que plantea la realidad.
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El carácter inestable del lenguaje define la vida en la isla. Nunca se
sabe con qué palabras serán nombrados en el futuro los estados presentes. A
veces llegan cartas escritas con signos que ya no se comprenden. A veces un
hombre y una mujer son amantes apasionados en una lengua y en otra son hostiles
y casi desconocidos. Grandes poetas dejan de serlo y se convierten en nada y en
vida ven surgir otros clásicos (que también son olvidados). Todas las obras
maestras duran lo que dura la lengua en la que fueron escritas. Sólo el
silencio persiste, claro como el agua, siempre igual a sí mismo.
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La vida del día empieza al amanecer y si ha habido luna hasta el alba
los gritos de los jóvenes en la ladera pueden oírse ya antes de la aurora.
Inquietos en la noche poblada de espíritus, se gritan unos a otros tratando de
adivinar qué sucederá con el sol alto. La tradición dice que el lenguaje se
modifica en las noches de luna llena pero ésa es una creencia desmentida por
los hechos. La lingüística científica no acepta ninguna relación entre los
fenómenos naturales como las mareas o los vientos y las mutaciones del
lenguaje. Los hombres del pueblo siguen sin embargo acatando los viejos
rituales y cada noche de luna esperan que llegue por fin la lengua de su madre.
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En la isla no conocen la imagen de lo que está afuera y la categoría
de extranjero no es estable. Piensan a la patria según la lengua. (“La nación
es un concepto lingüístico.”) Los individuos pertenecen a la lengua que todos
hablaban en el momento de nacer, pero ninguno sabe cuándo volverá a estar ahí. “Así
surge en el mundo (le han dicho a Boas) algo que a todos se nos aparece en la
infancia y donde todavía no ha estado nadie: la patria.” Definen el espacio en
relación con el río Liffey que atraviesa la isla de norte a sur. Pero Liffey es
también el nombre que designa al lenguaje y en el río Liffey están todos los
ríos del mundo. El concepto de frontera es temporal y sus límites se conjugan
como los tiempos de un verbo.
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Nos encontramos en Edemberry Dubblenn DC, dijo el guía, la capital que
combina tres ciudades. En el presente la ciudad cruza de Este a Oeste siguiendo
la margen izquierda del Liffey por los barrios y los ghettos japoneses y
antillanos, desde el nacimiento del río en Wiclow hasta Island Bridge, un poco
más abajo de Chapelizod, donde sigue su curso. La ciudad próxima se va
abriendo, como si estuviera construida en potencial, siempre futura, con calles
de fierro y lámparas de luz solar y androides desactivados en los galpones de
la Scotland Yard. Los edificios surgen de la niebla, sin forma fija, nítidos,
cambiantes, casi exclusivamente poblados por mujeres y mutantes.
Del otro lado, hacia el Oeste, subiendo por la zona del puerto, está
la ciudad vieja. Al mirar el mapa hay que tener en cuenta que la escala está
construida a la velocidad media de un kilómetro y medio por hora de marcha. Un
hombre sale de 7 Eccles Street a las ocho de la mañana y sube por Westland Row
y a cada lado del empedrado están las acequias que llegan hasta la orilla del
río por donde sube el canto de las lavanderas. El que avanza por la calle empinada
hacia la taberna de Baerney Kiernam trata de no oír el canto y golpea con el
bastón el enrejado de los sótanos. Cada vez que entra en una calle nueva las
voces envejecen, las palabras antiguas están como grabadas en las paredes de
los edificios en ruinas. La mutación ha ganado las formas exteriores de la
realidad. “Lo que todavía no es define la arquitectura del mundo”, piensa el
hombre y desciende a la playa que rodea la bahía. “Está ahí, en el borde del
lenguaje, como la casa de la infancia en la memoria.”
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La lingüística es la ciencia más desarrollada en la isla. Durante
generaciones los investigadores han trabajado en el proyecto de fijar un
diccionario que incorpore las variantes futuras de las palabras conocidas.
Necesitan fijar un léxico bilingüe que permita comparar una lengua con otra.
Imagínense (dice el informe de Boas) a un viajero inglés que llega a un país
extranjero y en el hall de la estación de ferrocarril, perdido en medio de una
multitud desconocida, se detiene a revisar un pequeño diccionario de bolsillo
buscando una expresión correcta. Pero la traducción es imposible porque sólo el
uso define el sentido y en la isla conocen siempre una lengua por vez. Los que
persisten en la elaboración del diccionario lo consideran ya un manual de
adivinación. Un nuevo Libro de las Mutaciones concebido, explicó Boas, como un
diccionario etimológico que hace la historia del porvenir del lenguaje.
Hubo un solo caso en la historia de la isla de un hombre que conoció
dos idiomas al mismo tiempo. Se llamaba Bob Mulligan y decía que soñaba con
palabras incomprensibles que tenían para él un sentido transparente. Hablaba
como un místico y escribía frases desconocidas y decía que ésas eran las
palabras del porvenir. En los Archivos de la Academia han quedado algunos
fragmentos de los textos que escribió e incluso se puede oír la grabación de la
voz aguda y lunática de Mulligan que cuenta un relato que empieza así: “Oh New
York city, sí, sí, la ciudad de Nueva York, la familia entera se fue para allá.
El barco se había llenado de piojos y hubo que quemar las sábanas y bañar a los
chicos con agua mezclada con acaroína. Cada bebé tenía que estar separado de
los otros porque el olor los hacía llorar si estaban cerca. Las mujeres usaban
un pañuelo de seda en la cara igual que damas beduinas, aunque todas tenían el
pelo colorado. El abuelo del abuelo fue police-man en Brooklyn y una vez mató
de un tiro a un rengo que estaba por degollar a la cajera de un supermarket.”
Nadie sabía lo que estaba diciendo y Mulligan escribió ese relato y otros
relatos en esa lengua nueva y después un día dijo que la había dejado de oír.
Venía al bar y se sentaba en esa punta del mostrador a tomar cerveza, sordo
como una tapia, y se emborrachaba despacio, con la cara avergonzada de un
hombre arrepentido de haberse hecho notar. Nunca más quiso hablar de lo que
había dicho y vivió siempre un poco apartado hasta que murió de cáncer a los
cincuenta años. Pobre Bob Mulligan, dijo Berenson, de joven era un tipo
expansivo y muy popular y se casó con la Belle Blue Boylan y al año la mujer se
murió ahogada en el río y su cuerpo desnudo apareció en la ribera del este del
Liffey, en la otra orilla. Mulligan nunca se repuso, ni volvió a casarse y
vivió solo toda la vida. Trabajaba de linotipista en la imprenta del Congreso y
venía con nosotros al bar y le gustaba apostar a los caballos hasta que una
tarde empezó a contar esas historias que nadie entendía. Yo creo, dijo el viejo
Berenson, que la Belle Blue Boylan fue la mujer más hermosa de Dublin.
Todos los intentos de construir una lengua artificial se han visto
perturbados por una experiencia temporal de la estructura. No han podido
construir un lenguaje exterior al lenguaje de la isla porque no pueden imaginar un sistema de signos que
persista sin mutaciones. Si a + b es
igual a c, esa certidumbre sólo sirve un tiempo porque en un espacio
irregular de dos segundos ya a es -a y la ecuación es otra. La evidencia
vale lo que tarda una proposición en ser formulada. En la isla ser rápido es
una categoría de la verdad. En esas condiciones los lingüistas del Area-Beta
del Trinity College alcanzaron lo que parece imposible: casi fijan en un paradigma lógico la forma incierta de la realidad.
Definieron un sistema de signos cuya notación se transforma con el tiempo.
Hemos logrado establecer un campo unificado, le han dicho a Boas, ahora sólo
nos falta que la realidad incorpore al lenguaje alguna de nuestras hipótesis.
Hasta el momento saben que han transcurrido diez y siete ciclos, pero suponen
que existe una potencialidad casi infinita, calculada en ochocientos tres
(porque ochocientas tres son las lenguas conocidas en el mundo). Si en casi
cien años, desde que en 1939 empezó el registro de los cambios, se han
detectado diez y siete formas distintas, los más optimistas imaginan que el
círculo puede completarse en otros cien años. Ningún cálculo es seguro, porque
la duración irregular de los ciclos forma parte de la estructura de la lengua.
Existen tiempos lentos y tiempos rápidos, como el cauce del Liffey. Los más
afortunados, dice el proverbio, navegan en aguas tranquilas, los mejores viven
en tiempos veloces, donde el sentido dura lo que dura la cólera de un gallo.
Los jóvenes más radicalizados del grupo Trickster
del Area-Beta del Trinity College se ríen de esos proverbios idiotas. Piensan
que, mientras el lenguaje no encuentre su borde final, el mundo será sólo un
conjunto de ruinas y que la verdad es como los peces que boquean en el barro
hasta morir cuando el caudal del Liffey baja con la sequía del verano, hasta
transformarse en un riacho de aguas oscuras.
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He dicho que la tradición dice que los antepasados hablan de un tiempo
en el que la lengua era un llano por el que se podía andar sin sorpresa. Las
generaciones, afirman los antiguos, heredaban los mismos nombres para las
mismas cosas y podían legarse documentos escritos con la certeza de que todo lo
que escribían sería legible en los tiempos futuros. Algunos repiten (sin
comprenderlo) un fragmento de aquella lengua original que ha sobrevivido a lo
largo de los años. Boas dice que los escuchó recitar ese texto como si fuera un
chiste de borrachos, de modo que la vocalización era pastosa y las palabras
estaban cortadas por risas y expresiones que nadie sabía ya si formaban o no
parte del antiguo sentido. El fragmento llamado Sobre la serpiente, dice Boas que era así: “Empezó la época de los
grandes vientos. Ella siente que le arrancan el cerebro y dice que su cuerpo
está hecho de tubos y conexiones eléctricas. Habla sin parar y a veces canta y
dice que me lee el pensamiento y sólo pide que yo esté cerca y que no la
abandone en la arena. Dice que es Eva y que la serpiente es Eva y que nadie en
los siglos de los siglos se ha atrevido a decir esa verdad tan pura y que sólo
María Magdalena se lo dijo al Cristo antes de lavarle los pies. Eva es la
serpiente, la mutación interminable, y Adán está solo, siempre ha estado solo.
Dice que Dios es la mujer y que Eva es la serpiente. Que el árbol del bien y
del mal es el árbol del lenguaje. Recién cuando se comen la manzana empiezan a
hablar. Eso dice ella cuando no canta”. Para muchos es un texto religioso, un
fragmento del génesis. Para otros se trata sencillamente de un rezo que
persistió en la memoria a la permutación de las lenguas y que fue recordado
como un juego adivinatorio. (Los historiadores afirman que se trata de un
párrafo de la carta que Nolan dejó antes de matarse.)
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Algunas sectas genealógicas aseguran que los primeros habitantes de la
isla son desterrados, que fueron enviados hacia aquí remontando el río. La
tradición habla de doscientas familias confinadas en un campo multirracial en
los arrabales de Dalkey, al Norte de Dublin, detenidos en una redada en los
barrios y los suburbios anarquistas de Trieste, Tokyo, México DF y Petrogrado.
Embarcados en el Rosevean,
un tres palos, con hélice Pohl-A, en la bahía del norte, fueron enviados por el
río hacia atrás en el tiempo, según Teynneson, bajo las ráfagas heladas del
viento de enero.
El experimento de confinar exiliados en la isla ya había sido utilizado
otras veces para enfrentar rebeliones políticas, pero siempre se usó con
individuos aislados, en especial para reprimir a los líderes. El caso más
recordado fue el de Nolan, un militante del grupo de resistencia gaélico-celta
que se infiltró en el gabinete de la reina y llegó a ser el hombre de confianza
de Möller en el comando de planificación propagandística. Lo descubrieron
porque usaba los informes meteorológicos para cifrar mensajes destinados a los
pobladores de los ghettos irlandeses de Oslo y de Copenhague. La historia
cuenta que Nolan fue descubierto por azar, cuando un investigador del MIT de
Boston procesó en una computadora los mensajes emitidos durante un año por la
oficina meteorológica, con la intención de estudiar las modificaciones
infinitesimales del clima en el Este de Europa. Nolan fue desterrado y llegó a
la isla después de navegar cerca de seis días a la deriva y vivió absolutamente
solo casi cinco años, hasta que se suicidó. Su odisea es una de las grandes
leyendas en la historia de la isla. Sólo un hijo de puta empecinado irlandés
pudo sobrevivir todo ese tiempo aislado como una rata en esta inmensidad y
cantando contra las olas, Three quarks
for Muster mark, a los gritos, en la playa, buscando siempre la huella de
una pata humana en la arena, dijo el viejo Berenson. Sólo alguien como Jim pudo
fabricarse una mujer con la que hablar en esos años interminables de soledad.
El mito dice que con los restos del naufragio construyó un grabador de
doble entrada, con el que era posible improvisar conversaciones usando el
sistema de los juegos lingüisticos de Wittgenstein. Sus propias palabras eran
almacenadas por las cintas y reelaboradas como respuestas a preguntas
puntuales. Lo programó para hablar con una mujer y le habló en todas las
lenguas que sabía y al final era posible pensar que la mujer había llegado a
amar a Nolan. (Por su parte él la quiso desde el primer día porque pensaba que
ella era la mujer de su amigo Italo Svevo, Livia Anna, la más bella de las
madonas de Trieste, con ese hermosísimo pelo colorado que hacía pensar en todos
los ríos del mundo.)
A los tres años de estar solo en la isla, las conversaciones se
repetían cíclicamente y Nolan se aburría y la grabadora empezó a mezclar las
palabras (“Heremon, nolens, nolens, brood our pensies, brume in brume”, le
decía por ejemplo) y Nolan le preguntaba “¿Cómo?” “¿Qué?” y en esa época empezó
a llamarla Anna Livia Plurabelle. Al final del sexto año de exilio, Nolan
perdió las esperanzas de ser rescatado y empezó a no dormir y a tener
alucinaciones y a soñar que se pasaba la noche en vela escuchando el susurro
inalámbrico y la dulce voz de Anna Livia.
Tenía un gato y cuando el gato se metió una tarde en el monte y no
volvió más, Nolan escribió una carta de despedida, apoyó el codo derecho en la
mesa para que no le temblara el pulso, y se pegó un tiro en la cabeza. Los
primeros que desembarcaron del Rosevean
se encontraron con la voz de la mujer que seguía hablando en el grabador
bifocal. Apenas si mezclaba las lenguas, según Boas, y era posible comprender
perfectamente la desesperación que le había producido el suicidio de Nolan.
Estaba sobre una piedra, frente a la bahía, hecha de alambres y de cintas rojas
y se lamentaba con un suave murmullo metálico.
He tejido y destejido la trama del tiempo, decía, pero él se ha ido y
ya no va a volver. Un cuerpo es un cuerpo, sólo las voces sirven para amar.
Desde hace años estoy sola aquí, en la ribera de todos los ríos y espero que
llegue la noche. Siempre es de día, en esta latitud todo es tan lento, nunca
llega la noche, siempre es de día, el atardecer tarda tanto, estoy ciega, al
sol, quiero arrancar “la venda de hierro” que me ciñe la frente, quiero traer
aquí “la oscuridad concentrada del Africa”. La vida está siempre amenazada por
los cazadores (ha dicho Nolan), instintivamente
hay que fabricar, como las abejas sus alveólos, un sentido. Incapaz de
considerar mi propio enigma, digo: no es su propio yo el que cuenta, sino su
Musa, su canto universal.
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Si la leyenda es cierta la isla ha sido un gran asentamiento de
exiliados en la época de la represión política que siguió a la contraofensiva
del IRA y a la caída del Pulp-KO. Pero ninguno de los historiadores tiene el
menor vestigio de ese pasado o del tiempo en que Anna Livia estuvo sola en la
ribera o de la época en que llegaron las doscientas familias y no se encuentra
ningún rastro que atestigüe los hechos. La única fuente escrita en la isla es
el Finnegans Wake al que todos
consideran un libro sagrado porque siempre pueden leerlo sea cual sea el estado
de la lengua en que se encuentren.
En realidad el único libro que dura en esta lengua es el Finnegans, dijo Boas, porque está
escrito en todos los idiomas. Reproduce las permutaciones del lenguaje en
escala microscópica. Parece un modelo en miniatura del mundo. A lo largo del
tiempo lo han leído como un texto mágico que encierra las claves del universo y
también como una historia del origen y la evolución de la vida en la isla.
Nadie sabe quién lo escribió, ni cómo llegó hasta aquí. Nadie recuerda
si fue escrito en la isla o si estaba en el equipaje de los primeros exiliados.
Boas vio el ejemplar que se conserva en el Museo, encerrado en una caja de
vidrio y como suspendido en una luz nuclear. Es una viejísima edición numerada
de Faber and Faber, que tiene más de cien años y en la que hay notas
manuscritas y un calendario con la lista de los muertos de una familia
irlandesa del siglo XX. Ese ejemplar sirvió para hacer todas las copias que
circulan en la isla.
Muchos creen que el Finnegans
es un libro de ceremonias fúnebres y lo estudian como el texto que funda la
religión en la isla. El Finnegans es
leído en las iglesias como una Biblia y es usado para predicar en todas las
lenguas por los pastores presbiterianos y por los sacerdotes católicos. En el
Génesis se habla de una maldición de Dios que provocó la Caída y transformó el
lenguaje en el paisaje abrupto que es hoy. Borracho, Tim Finnegan se cayó al
sótano por una escalera, que inmediatamente pasó de ladder a latter y de latter
salió litter y del desorden la letter, el mensaje divino. La carta es
encontrada en un vaciadero de basura por una gallina que picotea. Está firmada
con una mancha de té y la prolongada permanencia en el basurero ha dañado el
texto. Tiene agujeros y borrones y es tan difícil de interpretar, que los
eruditos y los sacerdotes conjeturan en vano sobre el sentido verdadero de la
Palabra de Dios. La carta parece escrita en todas las lenguas y cambia
continuamente bajo los ojos de los hombres. Ese es el Evangelio y el basurero
de donde viene el mundo.
Los comentarios del Finnegans
definen la tradición ideológica de la isla. El libro es un mapa y la historia
se transforma según el recorrido que se elija. Las interpretaciones se
multiplican y el Finnegans cambia
como cambia el mundo y nadie imagina que la vida del libro se pueda detener.
Sin embargo en el fluir del Liffey hay una recurrencia hacia Jim Nolan y Anna
Livia, solos en la isla, antes de la carta final. Ese es el primer núcleo, el
mito de origen tal cual lo transmiten los informantes (según Boas).
En otras versiones el libro es la transcripción del mensaje de Anna
Livia Plurabelle, que lee los pensamientos de su marido (Nolan) y le habla
después que él está muerto (o dormido), única en la isla durante años, abandonada
en una piedra, con las cintas rojas y los cables y el armazón metálico al sol,
murmurando en la playa vacía hasta que llegan las doscientas familias.
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Todos los mitos terminan ahí y también este informe. Hace dos meses
que salí de la isla, dijo Boas, y todavía resuena en mí la música de esa lengua
que es como un río. El que oiga el canto de las lavanderas en las orillas del
Liffey no se podrá ir, dicen allá, y yo no he podido resistir la dulzura de la
voz de Anna Livia. Por eso he de volver a la ciudad de los tres tiempos y a la
bahía donde reposa la mujer de Bob Mulligan y al Museo de la Novela donde está
el Finnegans, solo en la sala, en una
caja negra de cristal. También yo voy a cantar en la taberna de Humphery
Earwicker, golpeando el puño contra la madera de la mesa y tomando cerveza, una
canción que habla del pájaro tuerto que vuela sin parar sobre la isla.
en La ciudad ausente, 1992
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