Tres cirios vigilan imperturbables
mis dilatadas pupilas negras,
la cuarta llama deletrea, o quizás,
un nombre lo está leyendo.
Un horizonte de notas
descifra la escritura anversa
de los epitafios de todos mis muertos
-de mis muertes debo decir-.
Mi leve silueta se arrellana
en el mullido sillón
para recordar el olor
de nardos y azahares.
Los cirios parpadean,
son mi ausencia presente
en Ostrava, Austin, San Julián…
Soy el cirio sin encender
soy, quizás, llama viva
más allá de nombres y epitafios,
polvo antes y después del polvo.
El aire tiene, tendrá la respuesta.
en Al fin del mundo, 2011
Desde el VI Encuentro Internacional de Poesía del Valle de Colchagua
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