lunes, octubre 24, 2011

“Las brujas de uniforme”, de Armando Uribe

Fragmento






Ahora las de Mácbeth
de Macbéth.
Las brujas con sus lujos,
sus malas artes,
sus ganchudos pies.
Del negro vino de la sangre
de malas uvas los orujos.
De las rijosas viejas las burbujas.

Ahora hablan las brujas
con carcajadas. Se arrebujan
en sus paños de reglas, y prosperan
bailando alrededor de la caldera.

(No soy capaz. No sé lo que me espera.
O lo que se me espera. Y no me abran la puerta.
Que ya lo sé; es la muerta
Muerte mi compañera.
Yo morí en la Moneda.
Y no tengo moneda
para pagar el tránsito
de la calle Moneda
donde mi compañera está a la espera
de mí para irnos en el trance
de morir con el tranco
inseguro adonde ellas ya no dancen.
Soy ciego y sordo y de ambos brazos manco
y este pasaje no es de doble tránsito).

Las brujas le tienen envidia a la Muerte.
No pueden, muerte, verte.
Y se tapan con vendas
(trapos de reglas) los legañosos ojos
y bailan con pies cojos
para que no las venda
su temor a la Muerte
en los mercados entre los abrojos
y los huesos quebrados.
A la parca usurera,
la Reina del Mercado,
con negocio marcado
por cruz suástica,
al perro de cabeza
triple y de piel overa
que a la mujer del otro lado,
la del país helado,
las revenda, y permutas
infinitas los hados
más negros, alelados,
en el país donde nadie se inmuta,
negocien, y el futuro es el pasado
de todas estas hechiceras putas.
¡Basta!




en Las brujas de uniforme, 1998

















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