lunes, enero 10, 2011

"Idilio XII", de Teócrito

© Versión de Juan Carlos Villavicencio,
a partir de la traducción al inglés de Edward Carpenter




¿Has vuelto, querido joven? ¡Dos días y dos noches lejos!
(Quien arde con amor, envejece en un día.)
Tanto como dulces manzanas sobresalen en el crudo
Ciruelo; la floreciente primavera en el duro invierno;
En lana de la oveja su cordero; la doncella en su dulzura
La dama ruborosa; el cervatillo la cría en la manada;
El ruiseñor en la canción de todo tipo de plumas-
Tanto anhelaste la presencia que reconforta mi mente.
Hacia ti mi paso apuro, como hacia el haya umbrosa
El viajero, cuando al alcance del cielo
Arda el sol feroz. ¡Puede nuestro amor ser tan fuerte,
Que de aquí en adelante en todos los tiempos sea tema de canto!
‘Dos hombres se han amado el uno al otro a tal grado,
Como cualquier amigo vio en el otro
Alguien más querido que sí mismo. Amaron de viejos
Ambas naturalezas doradas en una edad de oro.

¡Oh padre Zeus! ¡Eternos inmortales todos!
De aquí a doscientos años alguien le podría recordar,
Bajando al irremediable río,
Esto a mi mente y entregarle estas buenas nuevas:
‘Hasta ahora de este a oeste, de norte a sur,
Su mutua amistad vive en cada boca’.
Esto, si les place, lo decidirán los Olímpicos:
De ti, embellecida por tu floreciente virtud,
Mi intensa canción sólo revelará la verdad;
Con pústulas de mentira no avergonzaré mi nariz.
Si tú alguna vez me lloras, dulce el placer
De la reconciliación, alegría en doble medida,
Para descubrir que tú nunca quisiste el dolor,
Y yo mismo sentirme de nuevo libre de toda duda.

Y ustedes Megarenses, que en Nesaea moran,
Expertos remando, destacados marineros,
¡Sean felices siempre! Porque con los debidos honores
A Diocles ateniense, la verdadera amistad
Ustedes celebran. Con el primer rubor de primavera
La juventud rodea su tumba: ahí quien traerá
El más dulce beso, cuyo labio es el más puro encontrado,

Regresa con su madre que va coronada con guirnaldas.
El amable tacto que el árbitro debe tener, ciertamente,
Y, a mi parecer, debe invocar al Ganímedes de ojos
Azules con muchos rogantes al unísono su propia
Verdad al tacto de los labios, como piedra lidia
A prueba de oro, prueba que mostrará al instante
La pureza o la base, como los cambistas de moneda saben.





310 a.C.- 260 a.C.









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