Y contra todo lo que se crea, no
vamos a recibir indicaciones. Hemos
dispuesto el reloj y ya nada variará el
camino. Puede tocar la banda y elevarse
el globo. Pueden reproducir cascadas de
una altura equivalente a los numerales
acumulados en el cielo y otorgarse premios
oficiales según el orden de llegada de los
nativos alrededor de la palma, el sauce o
el monolito de la plaza: estímulos de papel,
de cartón, de cobre.
No aceptamos invitaciones. No competimos.
No recibimos dádivas; ni copihues ni latas
de conservas. No entretenemos a pescados
muertos. No nos congraciamos con guardias,
funcionarios o vendedores de fruta.
No aceptamos dulces para el perro, cupones
o encuestas. Los encargos verbales, por
armoniosos que parezcan, que los escriban.
Y jamás solicites favor alguno.
Dirígete a la orilla del mar y oirás cómo el
agua suave se retira y resuena la escollera.
No hay autoridad que pueda entrar donde
yo estoy. Sé poderoso.
en Día a día, 1990
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