Es inútil alejarse
y sellar un pacto entre el deseo y lo que eres.
Difícil cuando el aliento hace rodeos
para cristalizar como visión
al final de una humareda desangrada.
Es inútil alejarse:
lo que un dios designa es mandato
y aunque joyas, túnicas,
héroes, palacios y cuerpos relucientes
sean el obsequio luego del banquete
muestran sólo angustia al tener que regresar.
Ninguna ciudad es más grande que tus sueños
a pesar de morir en ella la dulce fruta
del aire entristecido, única verdad que antaño
un lágida pudo conocer.
Sí, es difícil sellar un pacto entre el deseo y lo que eres
cuando la ciudad desorbitada
invita con perfumes exquisitos
y la máscara es costumbre de festines en salones imperiales.
Es difícil e inútil,
pero lo que un dios designa es mandato
y por eso, el regreso es el sacrificio
que él y tú apenas pueden comprender
para llegar a concluir con la escritura.
en Fabulaciones del aire de otros reynos, 1999
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