domingo, junio 07, 2009

"Un mito moderno", de Carl Gustav Jung





Yo mismo me siento obligado, como en otro tiempo, cuando los acontecimientos estaban urdiendo fatales consecuencias para Europa, a lanzar un grito de alerta. Tengo la certidumbre de que mi voz, exactamente igual que antes, es demasiado débil para llegar a oídos de la multitud. No es la presunción lo que me conduce a ello, sino mi conciencia de psiquiatra que me exige cumplir mi deber y preparar a aquellos pocos que me escuchen para los próximos acontecimientos que están en relación con el fin de una era. Como sabemos por la antigua historia egipcia, son síntomas de cambios psíquicos que siempre aparecen al final de un mes platónico y al comienzo de otro. Son, parece ser, cambios en la constelación de los dominantes psíquicos, de los arquetipos –o dioses, como se acostumbra a llamarlos-, que producen o van acompañados de transformaciones de larga duración en la psique colectiva. Esta transformación comenzó dentro ya de de la tradición histórica y dejó huellas tras de sí, primero en la transición de la edad de Tauro a la Aries y, luego, en la de Aries a la de Piscis, cuyo comienzo coincide con el origen de la Cristiandad. Ahora nos estamos acercando a aquel gran cambio que ha de producirse cuando el punto primaveral entre en Acuario. Sería frívolo por mi parte ocultar al lector que reflexiones como éstas no sólo son excesivamente impopulares, sino que se acercan peligrosamente a esas turbias fantasías que nublan las mentes de los reformadores del mundo y de los otros intérpretes de “signos y portentos”. Pero debo correr el riesgo, aunque ello signifique que se ponga en entredicho mi reputación que tan laboriosamente me he ganado de veracidad, integridad y juicio científico. Puedo asegurar a mis lectores que no hago esto con ligereza de ánimo. Me preocupan, para ser franco, aquellos a quienes los acontecimientos en cuestión cogen desprevenidos y quedan desconcertados debido a la incomprensible naturaleza de los mismos. Ya que nadie, a mi entender, se ha sentido movido a examinar y enumerar las posibles consecuencias psíquicas a este respecto. Emprendo esta ingrata tarea con la esperanza de que mi cincel no produzca ninguna impresión en la dura piedra que esculpa.














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