lunes, abril 20, 2009

El Combate de Finnsburh

Anónimo de aproximadamente el s. VII




-No están ardiendo los aleros -dijo entonces el rey, joven en la batalla-, ni amanece desde el Oriente, ni vuela un dragón hacia aquí, ni los aleros arden. Lanzan un brusco ataque, cantan los pájaros de presa, aúlla el de piel gris, resuena la madera de la guerra, el escudo responde a la saeta. Ahora resplandece la luna, errante entre las nubes; ahora surgen pesares, actos de espanto, que serán ruina de este pueblo. Arriba mis guerreros, levantad vuestros tilos, pensad en el coraje, formad las filas, sed resueltos.

Muchos señores se pusieron de pie, cubiertos de oro. Se ciñeron la espada. A la puerta se acercaron nobles guerreros. Sigeferth y Eaha desnudaron los aceros y en la otra puerta Ordlaf y Guthlaf y el propio Hengest lo siguió.

Entonces habló Guthere. Le rogó a Garulf que no arriesgara vida tan preciosa ni llevara sus armas a la puerta, porque varones duros en la batalla podrían quitársela. Pero él en alta voz delante de todos preguntó quién defendía la puerta.

-Sigeferth es mi nombre -contestó- soy de la estirpe de los Secges, famoso aventurero. He sufrido muchos rigores. Ya está escrito lo que buscas de mí.

En el recinto resonó la batalla, el escudo hueco estaba en el brazo de los valientes. Se rompieron adargas, las vigas de la casa crujieron, hasta que Garulf, hijo de Guthlaf, cayó, primero entre los hombres. Con él cayeron muchos hombres valientes, lívidos cadáveres. Oscuro y gris erraba el cuervo. Brillaban las espadas como si toda Finnsburh ardiera.

Jamás oí que se desempeñaran más dignamente en la batalla de hombres sesenta varones de la victoria, ni que retribuyeran mejor la clara hidromiel como sus mesnadas a Hnaef.

Cinco días combatieron, y ninguno cayó, nobles guerreros, y siguieron defendiendo la puerta. Un jefe herido se retiró y dijo que su armadura estaba rota, y asimismo la fiel espada y el yelmo.

El pastor de la gente preguntó cómo seguían los heridos o si alguno de los soldados...









NOTA
Este noble fragmento épico de conmovedora sencillez puede muy bien ser anterior a la retórica Gesta de Beowulf, donde se incluye toda la historia de los sesenta guerreros daneses, hospedados y traicionados por Finn, rey de los frisios, que se había desposado con una princesa de Dinamarca.

Finnsburh quiere decir el castillo de Finn. La sentencia que empieza Cantan los pájaros de presa es visionaria y propia de un hombre que no está lejos de la muerte. El de piel gris es el lobo. La madera de la guerra es la lanza. Los tilos son asimismo las lanzas. Hengest, que el poeta señala a nuestra atención, es acaso el Hengest que inició la conquista de Inglaterra en el siglo V. Garulf es un príncipe frisio. Sigeferth (ánimo victorioso) es la forma sajona de Sigurd y de Sigfrido.

De la tribu de los Secgans nada se sabe. La comparación de una batalla con un incendio no es extraña a la Ilíada. La batalla de hombres es un modo más inmediato de significar la batalla. Los reyes daban hidromiel a sus guerreros. El pastor de la gente es, como Agamenón, el rey.










en Breve antología anglosajona, 1978.
Notas y selección de Jorge Luis Borges y María Kodama













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