miércoles, febrero 18, 2009

“20”, de Víctor Quezada

Tres poemas





hasta que aquella eterna noche oscura
me cierre aquestos ojos que te vieron,
dejándome con otros que te vean.
Garcilaso de la Vega



V

Un estremecimiento acá en la baja luz de los silencios… la cadencia de deseos siempre inútiles y conducentes al remuerdo sosegado en las yemas ágiles y atolondradas más Pero un temblor profundo llegado del carcajeo creído en la lejanía de un sonido de puertas y pasos cerrados al dominio ido de las noches
Y un caballo solo arrastrando delante el estupor del anciano por lo fementido que llevamos a cuestas en paseo eternamente perecible al desdén

Y ahora,
Tan solo,
Triste domo arácnido el sosiego en la penumbra!



XIV

Veces me sentí trasteando por celestes montes ayudado en la caída risueña por materno féretro o capullo blanquecino mortajeante: sutil frescor verdeado si lo pienso y no imagino, si no ensucio o enaltezco el amorsuyo o de ella no existiendo, pero siempre allí presente en la memoria que no tuve y pedí silenciado en noches, amarilleando cada vez que creciera y fuera descontándome terneces Si no mancho y dejo vacías páginas –pues la dejé tirada a ella suelos cada vez más blancos llorando mi boca huida- allí debiera aún, al menos en el recuerdo o quizás ahora humeando pues el sol vuelve sincero la paciencia del ruedo, estar sintiendo no traidora la madera, al final del camino, cuando el celeste trocara noche por sus pálidas ansias de antaño



XVII

Abrumada por la noche yo te dije mi corazón cristal cuando tratabas tras la ventana de atisbar la sangre y así afirmar mi vida yacente en los remilgos Tropel de gestos que escribían desbandada manada febricia en el vidrio empañado
Yo estaba limpio como desierto impío y corría feliz apenas el velo tocando por impedirme la luz y el espejo gigante que tengo de estadía Bello como celeste tramo inaccesible, sonriente tal delicioso ruedo verde hacia los límites del padre

Y así caía hasta el invierno de la piedra
Iba cayendo en delicada silueta bien atado el bote a un árbol primero
Corría y corría sonrisas, saltando corría feliz apenas el velo tocando y cantaba sin voz u oía el silencio…

Pero la felicidad me ganó las partidas, el entusiasmo terminó por quitar lo que no en el tiempo perdido debí…

Y ahora me oscuro





2004










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