martes, diciembre 23, 2008

"Shangai baby", de Zhou Wei Hui

Capítulo III: "Tuve un sueño"




Las chicas buenas van al paraíso, las malas se convierten en almas errantes.
Jim Steiman

Cuando una mujer elige la profesión de escribir la mayoría de las veces es para ocupar un lugar en una sociedad regida por hombres.
Erica Jong




¿Qué tipo de persona soy yo? Para mis padres soy odiosa, mal agradecida (a los cinco años ya me aventuraba a la calle con un chupetín dulce en la mano); para mis maestros, el jefe editorial de la revista o mis colegas soy una mujer inexplicablemente inteligente (experta en la profesión, de carácter inestable, que con sólo ver el inicio de una novela o un cuento ya sabe el final); para los hombres soy una hermosa flor primaveral (tengo un par de ojos grandes como las mujeres de las caricaturas japonesas y un cuello largo como el de Cocó Chanel). Y ante mí misma, soy una chica bastante corriente que tal vez un día se convierta en una famosa mujer difícil de destronar.

Mi bisabuela cuando vivía siempre decía: "El destino del hombre es como la cola de un barrilete, un extremo está en el suelo y el otro en el cielo, así que en el cielo o en el suelo nadie escapa de su destino". También decía: "El hombre es como el pasto de tres temporadas, nunca sabes cuál temporada fue mejor".

Era una anciana diminuta de cabellos blancos como la nieve, todo el día sentada en una mecedora, parecía una bola de hilo blanco. Se decía que ella tenía habilidades extraordinarias. En una ocasión adivinó con mucha exactitud un temblor de tierra de tres grados en 1987 en Shangai y también con exactitud tres días antes de morir les informó a todos en la casa su fecha de muerte. Hasta hoy, su fotografía cuelga en la pared de la casa de mis padres, ellos piensan que ella aún protege a toda la familia. También fue mi abuela quien predijo que yo me convertiría en una escritora talentosa, que la estrella de las artes y las letras brillaba sobre mi cabeza, que la tinta negra llenaba mi vientre y que yo finalmente iba a sobresalir.

En la universidad constantemente escribía cartas para mis amores secretos, era tanta la pasión con que escribía esas cartas que yo estaba casi segura de que tendría éxito. Los relatos que escribía en la editorial parecían novelas por sus tramas enredadas y hermoso lenguaje, la verdad se confundía con la mentira y la mentira parecía verdad.

Cuando finalmente me di cuenta de que todo lo que había hecho no era más que desperdiciar mi talento literario, renuncié a ese trabajo bien remunerado, y en consecuencia mis padres se decepcionaron de mí. En aquel entonces mi padre había movido cielo y tierra para encontrarme ese trabajo.

—¿Realmente eres esa pequeña niña que yo parí? ¿Por qué siempre te crecen cuernos en la cabeza y espinas en los pies? Dime, ¿para qué todos estos esfuerzos inútiles? —decía mi madre. Ella es una mujer dulce y frágil, se pasó toda su vida remendando las camisas de su marido y buscando la felicidad para su hija. Ella no puede aceptar las relaciones sexuales antes del matrimonio y de ninguna manera puede tolerar que las niñas usen remeras ajustadas sin sostén y se les marquen los pezones.
—Un día te darás cuenta de que lo más importante en la vida es la estabilidad y la tranquilidad. Zhang Ailing también solía decir que la estabilidad es la base de la vida —decía mi padre. Sabía que me gustaba Zhang Ailing. Mi padre es un gordito profesor de historia en la universidad, le gusta fumar puros y también disfruta conversar con los jóvenes. Él es de modales refinados y mostró debilidad por mí desde que yo era pequeña. Ya a mis tres años cultivaba mis gustos musicales con óperas como La Bohème. Siempre se preocupaba de que cuando creciera un hombre malo me iba a engañar y me iba a atrapar, decía que yo era el tesoro más apreciado en su vida, que yo tenía que tratar a los hombres con seriedad y prudencia, que no debía verter lágrimas por ellos.
—Nosotros pensamos muy diferente, una brecha enorme nos separa, vamos a respetarnos mutuamente, no hay que pelear, no vale la pena discutir. Tengo veinticinco años y quiero ser escritora. Aunque esta profesión ya pasó de moda haré que recupere su brillo —decía yo.

Cuando conocí a Tiantian decidí irme de casa. En la familia hubo una tormenta capaz de remover al Océano Pacífico.

—Contigo no hay remedio. Si haces bien o mal, el tiempo te lo dirá, parece como si yo nunca te hubiera criado —decía mi madre sumida en la confusión, con el rostro desencajado como si hubiera sido golpeada.
—Hieres a tu madre —decía mi padre—, yo también estoy desolado, una niña como tú al final va a sufrir, según tus propias palabras la familia de ese joven es rara, su padre murió en circunstancias inexplicables, ¿quién sabe si él es normal, si es una persona de fiar?
—Créanme, sé lo que hago —decía yo. Rápidamente agarré mi cepillo de dientes, algo de ropa, una caja de libros, unos discos y me fui.

En el piso frente al equipo de música los rayos del sol como ámbar se esparcían, como whisky regado. Después de que un grupo de norteamericanos impecablemente vestidos salieron, la cafetería recuperó su tranquilidad. El viejo Yang hacía llamadas telefónicas en su dormitorio. La Araña, recostado perezosamente contra la ventana, comía los restos de una galleta de chocolate que había dejado algún cliente (siempre hacía eso, así expresaba su capacidad animal de supervivencia). Fuera de la ventana estaba la calle sembrada de árboles fénix, la ciudad en verano era verde y luminosa como en las películas europeas.

—Cocó, ¿qué haces cuando estás aburrida? —preguntó la Araña.
—Cuando estoy aburrida naturalmente no hago nada, ¿qué podría hacer? —dije yo—. Como ahora, por ejemplo.
—Ayer por la noche estaba aburrido y me metí a chatear en la red, chateé con diez personas a la vez. —Noté sus ojos negros semiovalados como dos cucharas pegadas en la cara. —Conocí a una persona de nombre Mei, me dio la impresión de que no era uno de esos hombres que se hacen pasar por mujer. Dijo que era muy bonita y además virgen.
—En estos tiempos hasta las vírgenes son avispadas, ¿acaso no lo sabes? —Me reí, una chica que diga eso no tiene mucho pudor.
—Siento que esa Mei es muy cool. —Él no reía. —Ahora me doy cuenta de que nuestros ideales son terriblemente parecidos. Los dos queremos a toda costa ganar mucho dinero de una sola vez y luego rodar por el mundo.

Al oír eso me parecieron la pareja de actores de Asesinos por naturaleza. Curiosa, pregunté:

—¿Y cómo ganarían el dinero?
—Asaltando tiendas, robando Bancos, haciendo de puta o de gigoló, como sea —decía él mitad en broma y mitad en serio.
—Tengo una idea —se acercó y susurró algo en mi oído.

Me espanté mucho.

—No, eso no, estás loco —yo movía sin parar la cabeza. Este bastardo quería que robáramos juntos el dinero del negocio. Había observado que el viejo Yang todas las noches guardaba el dinero en una pequeña caja de seguridad, allí juntaba el dinero que llevaba una vez al mes al Banco. El tenía un amigo experto en abrir todo tipo de cajas de seguridad. Su plan consistía en traerlo, tomar el dinero y luego escurrirnos; claro, después había que hacer parecer que fueron unos ladrones desconocidos los que se habían llevado el dinero.

Ya había escogido la fecha. El siguiente martes iba a ser su cumpleaños, justo ese día a los dos nos tocaba el turno de la noche. Con el pretexto de festejar su cumpleaños, invitaría al viejo Yang a beber, lo emborracharía hasta desmayarlo y listo.

Las palabras de la Araña me pusieron nerviosa hasta el punto de darme gastritis:

—Ni lo sueñes, olvídalo, sácate eso de la cabeza, oye, ¿no será idea de la Mei esa?
—¡Shh! —Me indicó que el viejo Yang ya había terminado de hablar por teléfono y se dirigía hacia nosotros. Cerré bien fuerte la boca por temor a que se me escapara algo sobre el asunto.

La puerta se abrió y vi entrar a Tiantian. Sentí el estómago calentito. Vestía una camisa gris y pantalón de pana negro, en la mano llevaba un libro, su cabello un poco largo y un poco desordenado, sus ojos un poco miopes y un poco húmedos, sus labios un poco fríos y un poco sonrientes, ésa era la apariencia típica de mi dulce amado.

—Llegó el esposo, llegó la felicidad —dijo el viejo Yang, en su dialecto de Shangai con acento pingtan, aprovechando la oportunidad para bromear. Él en realidad era un hombre bueno, amable y sencillo.

Tiantian se cohibió por ese comentario. Le llevé un capuchino y suavemente apreté su mano.

—Aún faltan cuarenta y cinco minutos, te esperaré —dijo en voz baja mientras miraba el reloj.

"La Araña seguramente se ha vuelto loco de tanto pensaren el dinero...", me dije enojada. En la pared de enfrente se proyectaba la sombra de mis brazos bastante agitados. Una vela se consumía encima de la mesita redonda en la que Tiantian y yo nos sentamos a jugar.

"Una persona brillante que empieza a cultivar la idea de un crimen es peor que un perro rabioso. Puede robar Bancos con una computadora, destruir aviones y barcos con una bomba, matar con un cuchillo invisible, provocar pestes y tragedias. Si en 1999 llega el fin del mundo estoy segura de que será por culpa de esos especimenes raros".

—Perdiste, yo tengo tres y voy por cuatro —me dijo Tiantian con seriedad señalando el tablero.
—La inteligencia es un tipo de don, la locura es un tipo de habilidad, pero si no se usan bien traen problemas. —Mi deseo por decir discursos apenas calentaba motores. —Al final el inteligente puede caer en dificultades mucho más graves que el tonto. Últimamente siento que el Lüdi tiene una atmósfera demasiado tranquila, hasta se oye el sonido de un parpadeo, es porque se trama algo oscuro. Tengo malos presentimientos.
—Entonces sal de allí, dedícate a escribir en casa —dijo Tiantian con sencillez.

Siempre que me decía que "regrese a casa", lo hacía con tanta naturalidad. Ese espacio de tres dormitorios y una sala, oloroso a fruta pasada, a colillas de cigarro, a perfume francés, a alcohol, lleno de libros y música, repleto de ilusiones inalcanzables, estaba adherido a mi cuerpo como una niebla de bosque encantado, que la sacudes y no se va, flota y ondea. Era en realidad más predestinado que un hogar, era el espacio más verdadero. No tenía nada que ver con los lazos sanguíneos, pero sí tenía una íntima relación con el amor, el alma, el goce, el sexto sentido, las reglas de la seducción, el vuelo sin meta y cosas por el estilo.

Regresa a casa, llegó la hora de la verdad. Empieza a escribir, es el final de las fantasías y el viaje del deseo. Utiliza la técnica correcta para describir y escribe una bella novela, el comienzo, el desarrollo, el clímax y el final del relato, aplica tu ingenio, deja que exploten tus sentimientos tal como cuando el mejor cantante del mundo canta a toda voz en la cima del mundo.

Un par de manos dibujaban estas ideas en mi mente. Tiantian quería que le prometiera que al día siguiente iba a llamar por teléfono al viejo Yang para renunciar.

—Está bien —dije. Renunciar a un trabajo, separarme de alguien, perder algo, estas sensaciones de abandono, para una chica como yo, son casi habilidades innatas, tan fáciles como dar vuelta la palma de la mano. Volar de un objetivo a otro, estar siempre en movimiento, mantener la vitalidad.
—Desde que te vi por primera vez en el Lüdi, sentí que tenías madera de escritora —Tiantian incitaba mi vanidad—, la expresión de tus ojos es compleja, hablas con mucho sentimiento, siempre observas a los clientes de la cafetería, una vez te oí hablar con la Araña sobre el existencialismo y la brujería.

Lo abracé con cariño, sus palabras eran un apoyo que ningún otro hombre me podía dar. Siempre era así. Al oír su voz, al ver sus ojos y sus labios sentía una ola cálida en la parte inferior de mi cuerpo, inmediatamente me humedecí.

—¿Qué más? Dime más, quiero oírte —besaba el lóbulo de su oreja mientras le suplicaba.
—Bueno... eres totalmente insondable, tal vez todos los que tienen madera de escritores tienen doble personalidad, es decir, no son muy de fiar.
—¿Qué te preocupa? —dije sorprendida mientras apartaba mis labios de su oreja. Tiantian movió la cabeza.
—Te amo —decía mientras me abrazaba y ponía la cabeza en mi hombro. Podía sentir que sus pestañas temblaban ligeramente en mi cuello y se apropió de mí una ternura aterciopelada. Sus manos se posaron sobre mi cintura, las mías sobre sus nalgas, estábamos parados uno frente al otro, viendo el espejo de nuestra propia imagen, el reflejo en la superficie del agua.

La sombra de la noche desvanecía los colores de nuestra piel. Él dormía, sobre la cama su cuerpo formaba una S, yo lo abrazaba por la espalda, aturdida. Sí, su calor y su fragilidad me atrapaban incomprensiblemente. Sentía cierto grado de responsabilidad hacía él, pero también me sentía perdida, como en un sueño.

En realidad, cuando llegó el día del cumpleaños de la Araña no pasó nada en el Lüdi, no llegó el ladrón profesional, la caja fuerte no desapareció, no hubo complot y ni siquiera una mosca llegó a molestar.

El viejo Yang, como siempre, con su corazón ancho y su cuerpo gordito contaba el dinero, supervisaba el trabajo, hablaba por teléfono y dormía la siesta. La nueva moza en el trabajo era tan buena como yo, y la Araña al poco tiempo también se fue con sus malas intenciones, sin dejar huella, como una burbuja de aire que se evapora.

Desde entonces me dediqué a la escritura. El largo y tortuoso camino de una escritora estaba ante mí y no tenía tiempo para otra cosa. La tarea esencial era establecer la sintonía con mi alma y, en una tranquilidad de hospital psiquiátrico, esperar pacientemente que llegaran las historias y los personajes. Tiantian, como un capataz, me miraba durante todo el día, me incitaba a usar los poderes de los magos para escribir un libro mágico. A su vez, eso se convirtió en el centro de su vida.

De pronto descubrió que le encantaba ir de compras. Nos parecíamos a los de la generación de nuestros padres, empujando un carrito y eligiendo con sumo cuidado los alimentos y los artículos de uso diario. Los nutricionistas dicen: "no hay que comer chocolate ni pochoclo", pero era justo el tipo de cosas que a nosotros nos gustaba.

En la casa yo mantenía las hojas de papel blancas como la nieve y de vez en cuando me miraba en el espejo para ver si mi cara reflejaba la sabiduría y la categoría de una escritora. Tiantian caminaba sigiloso por la casa, me servía refresco de la marca Sandeli, me preparaba ensalada de frutas con aderezo Selección de Mamá y me revitalizaba con chocolate negro de la marca Dove, ponía música que estimulaba un poco sin dispersar la concentración, ajustaba la temperatura y la humedad en el aire acondicionado; en el enorme escritorio había más de diez paquetes de cigarrillos Siete Estrellas apilados en orden como una pared, además había libros y montañas de hojas. No sabía usar la computadora y no pensaba aprender.

Ya he pensado en una sucesión de títulos, la obra debe ser profunda en su interior y en el exterior tener la atracción de un best-seller.

Mi intuición me decía que debía escribir sobre la Shangai de este fin de siglo, sobre esta ciudad de placeres, que despide olor a gozos, que engendra nuevos seres humanos, que llena las calles y los puertos de los sentimientos vulgares, tristes y los secretos que ella exuda. Ésta es una ciudad única en el Oriente, desde los años treinta es el punto del encuentro entre Oriente y Occidente, es la cultura en evolución. Ahora entró en la segunda ola de occidentalización. Tiantian siempre usa la palabra en inglés "post colonial" para describir ese proceso. Los clientes de Lüdi, cuando hablan diferentes idiomas, me hacen recordar aquellos elegantes y hermosos salones de lectura, espacios de intercambio que súbitamente te llevan a un viaje transnacional.

Cuando escribía un párrafo que me gustaba, llena de emoción se lo leía a Tiantian.

—Cocó querida, ya decía yo que tú puedes, no eres como los demás, tu puedes construir otro mundo con la pluma, aún más verdadero que el que vivimos... —Tomaba mi mano y la ponía sobre el lado izquierdo de su pecho, yo sentía el ritmo de su corazón. —Te aseguro que esto te va a dar inspiración ilimitada. —Cada vez que llegaba me traía regalos sorpresa, como si gastar el dinero en cositas bellas e inútiles le proporcionara gran satisfacción. Pero yo sólo lo quería a él, ¿cuándo llegaría el día en el que me diera su cuerpo como regalo?

Mientras más profundos son los sentimientos, más duele la carne.

Una noche tuve un sueño erótico. Yo estaba desnuda abrazada con un hombre con los ojos vendados, nuestros miembros estaban entrelazados como los tentáculos suaves de un pulpo, abrazados bailábamos. Los vellos sedosos con reflejos dorados del hombre me hacían sentir un hormigueo por todo el cuerpo. Justo después que mi canción preferida de acidjazz se terminó me desperté.

Me avergoncé de haber tenido ese sueño y luego me pregunté: "¿Qué presentimientos tendrá Tiantian? Él está más preocupado que yo sobre mi escritura. Casi me inclino a pensar que la escritura es como un potente afrodisíaco que alimenta nuestro amor inexplicable y sin lugar a duda limitado. ¿Acaso tiene una misión o es portador de una bendición divina? O tal vez es al contrario, quién sabe. El hombre siempre tiene que optar, para bien o para mal".

Pensando en eso me di vuelta y abracé a Tiantian. Despertó de inmediato. Sintió la humedad de mi cara y sin preguntar ni decir nada, con una mano comenzó a acariciar mi cuerpo. Nadie le enseñó cómo, él simplemente sabía cómo hacerme volar como espada que corta el espacio, como alma que vuela y espíritu que se dispersa, sin llanto, sin decir adiós, sólo pensé en volar, volar hasta el otro extremo de la noche. La vida es como un corto sueño primaveral, no hay razón para no entregarse a la embriaguez.










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