miércoles, octubre 22, 2008

"En el mes de los zorros", de Jorge Teillier






My dreams are of a field afar
And blood and smoke and shot

A. E. Housman.


            En el mes de los zorros
En el mes de los días de sol frío
Los ancianos que habían abandonado sus ojos a las
            tinieblas vieron a las montañas ebrias
            mirarlos fijamente y luego disolverse
            como relojes de arena.
Es otro sol el que se anunció con el ruido reluciente
            de los cuchillos en la cocina
que despertaron buscando las gargantas de las aves
            de los brezales.

            El pozo familiar cerró su boca
acallando las ranas parientas de aquellas con que
            jugábamos con los rústicos en las cantinas.
Y llegaron las hechiceras a reanimar los fríos
            braseros de la nevazón de los ciruelos.

            Quién nos devolverá los amigos muertos
ese mes de los zorros y los días de sol frío
después que los ancianos olvidaron sus juegos en el
            pozo y hundieron sus cuchillos
en la garganta de los pájaros descubridores de la
            ventana por donde no entra la noche.

            Quién nos devolverá
esa calle que ahora los ancianos vigilan airados
porque no pueden extirpar la zarza de ardientes raíces,
porque el viento mueve las hojas del bosque
            predicando esperanza
mientras las hechiceras remueven en sus calderos
la sangre de sus víctimas que beben friolentas
            porque ningún sol cantará en sus oídos.

            Grande fue nuestra caída
            bajo la burla de los zorros y el sol frío
deslumbrados por las hechiceras de grandes pechos blancos.
            Insomnes oíamos el rechinar de la horca,
nuestro amigo el grillo no cuidaría nuestras tumbas.

            Pero las hechiceras nada pudieron
contra el ciruelo inmaculado de la casa que incendiaron
            y sus pétalos caídos formaron la alfombra
que enviaremos a los viajeros inesperados del retorno
            mientras los ancianos de nuevo se hundirán
            en un pozo que el cielo no conoce
sin dejar una sombra que legar a sus nietos que sólo
            se acordarán de nosotros que nunca
            dejamos de escuchar a los bosques secretos
predicando libertad con cada una de sus hojas.









en Para un pueblo fantasma, 1978.










Fotografía: Raúl Álvarez V.






















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