viernes, junio 27, 2008

“Matadero cinco”, de Kurt Vonnegut

Fragmento




El papa Inocencio III también creía que aquellos niños iban a Palestina y se sentía conmovido: «¡Estos niños están despiertos mientras nosotros dormimos!», decía. Pero la mayoría de aquellos niños fueron embarcados en Marsella, y cerca de la mitad perdieron la vida en naufragios. La otra mitad llegaron al norte de África, donde fueron vendidos.

Sin embargo, resulta que, a causa de un malentendido, algunos niños fueron enviados a Génova, donde no había ningún barco de esclavos que los esperara. Allí, unas buenas gentes les dieron de comer y los alojaron para, después de charlar amablemente con ellos, darles un poco de dinero, muchos consejos y devolverlos a sus casas.

—¡Hurra por la buena gente de Génova! —exclamó Mary O'Hare.

Aquella noche dormí en uno de los dormitorios de los niños. O'Hare había dejado sobre la mesita de noche un libro para mí. Era Dresde: historia, arte y paisaje, de Mary Endell, publicado en 1908. La introducción empezaba así:

«Existe la esperanza de que este libro sea útil. Intenta dar a los lectores de habla inglesa una noción a vista de pájaro de cómo Dresde llegó a ser lo que es arquitectónicamente, y de cómo creció musicalmente a través del genio de unos pocos hombres, hasta su presente florecimiento. También pretende llamar la atención sobre ciertas obras de arte permanentes que hacen de su museo el refugio de quienes buscan impresiones duraderas».
Más adelante, leí algo de su historia:

«En 1760, Dresde fue sitiada por los prusianos. El 15 de julio empezaron a disparar los cañones. El museo pictórico se incendió, y a pesar de que muchas de las telas habían sido trasportadas al Königstein, algunas de ellas fueron gravemente dañadas por los cascos de metralla, sobre todo el "Bautismo de Cristo" de Francia. Además, la antigua torre de Kreuzkirche, desde la cual se habían estado vigilando los movimientos del enemigo de día y de noche, fue pasto de las llamas para derrumbarse poco después. En contraste con el doloroso destino de la Kreuzkirche, la Frauenkirche se mantuvo, con sus duras cúpulas de piedra que hacían rebotar las bombas prusianas como si de lluvia se tratara. Finalmente, Federico se vio obligado a abandonar el sitio, al enterarse de la caída de Glatz, el punto clave de sus nuevas conquistas. "Debemos correr hacia Silesia así no lo perderemos todo", dijo.
La devastación de Dresde no tuvo límites. Cuando Goethe visitó la ciudad, siendo un joven estudiante, encontró aún tristes ruinas y escribió: "Desde la cúpula de la iglesia de Nuestra Señora contemplé los montones de escombros esparcidos por toda la ciudad. El sacristán me ponderó el genio previsor del arquitecto que proyectó la cúpula y la iglesia construyéndolas a prueba de bombas y terremotos. El buen sacristán me señalaba ruinas por todas partes y, vacilando, exclamó lacónicamente: ¡Esto es lo que ha hecho el enemigo!».
A la mañana siguiente, las dos niñas y yo cruzamos el río Delaware por el mismo lugar en que lo había hecho George Washington, y fuimos a visitar la Feria Mundial de Nueva York. Allí vimos lo que había sido el pasado según la Ford Motor Company y Walt Disney, y también lo que sería el futuro según la General Motors.

Y yo me interrogué sobre el presente: ¡cuán amplio era, cuán profundo y cuán al alcance de mi mano estaba el conservarlo!

Después de eso estuve enseñando, durante un par de años, creación literaria en la famosa Escuela de Escritores de la Universidad de Iowa, donde me metí en maravillosas dificultades, de las que ya me he librado. Daba clase por las tardes, y por las mañanas escribía. No se me podía molestar. Estaba trabajando en mi famoso libro sobre Dresde.

Y fue allí donde un hombre excelente llamado Seymour Lawrence me ofreció un contrato por tres libros. Entonces le dije:

—Está bien; el primero de ellos será mi famoso libro sobre Dresde.

Ahora le he dicho (los amigos de Seymour Lawrence le llaman Sam):

—Sam, he aquí el libro.

Mira, Sam, si este libro es tan corto, confuso y discutible, es porque no hay nada inteligente que decir sobre una matanza. Después de una carnicería sólo queda gente muerta que nada dice ni nada desea; todo queda silencioso para siempre. Solamente los pájaros cantan.

¿Y qué dicen los pájaros? Todo lo que se puede decir sobre una matanza; algo así como «¿Pío-pío-pi?».











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