martes, junio 10, 2008

«Crisis alimentaria», de Ian Angus

Traducido de Germán Leyens




Si el gobierno no puede bajar el coste de la vida simplemente tiene que irse. Si la policía y las tropas de la ONU quieren dispararnos, que lo hagan porque, a fin de cuentas, si no nos matan con balas moriremos de hambre.

Un manifestante en Port-au-Prince, Haití




En, Haití donde la mayoría de la gente recibe un 22% menos de calorías que el mínimo necesario para mantenerse en buena salud, algunos aplazan los retortijones por hambre comiendo «galletas de barro» hechas mezclando arcilla y agua con un poco de aceite vegetal y sal. [1]

Mientras tanto, en Canadá, el gobierno federal paga actualmente 225 dólares por cada cerdo muerto en una masiva campaña de sacrificio selectivo de cerdos, como parte de un plan de reducción de la producción de puercos. Los criadores de cerdos, bajo presión por los bajos precios y los altos costes del alimento para los animales, han reaccionado con tanto entusiasmo que la matanza probablemente agotará todos los fondos asignados antes de que el programa termine en septiembre.

Algunos de los cerdos sacrificados serán entregados a los Bancos de Alimento locales, pero la mayoría serán destruidos o convertidos en comida para mascotas. Ninguno irá a Haití.

Es el mundo brutal de la agricultura capitalista –un mundo en el que algunos destruyen alimentos porque los precios son demasiado bajos, y otros literalmente comen tierra porque los precios de los alimentos son demasiado elevados.


Precios récord para alimentos básicos

Estamos en medio de una inflación de los precios de los alimentos en todo el mundo que ha impulsado los precios a sus más altos niveles en decenios. Los aumentos afectan muchas clases de alimentos, pero en particular los más importantes – trigo, maíz, y arroz.

La Organización de la ONU para la Agricultura y la Alimentación (FAO) dice que entre marzo de 2007 y marzo de 2008 los precios de cereales aumentaron un 88%, de aceites y grasas un 106%, y de los productos lácteos un 48%. El índice de precios de alimentos de la FAO aumentó en conjunto en un 57% en un año –y la mayor parte del aumento ocurrió en los últimos meses.

Otra fuente, el Banco Mundial, dice que en los 36 meses que terminaron en febrero de 2008, los precios globales del trigo aumentaron en un 181% y los precios globales de los alimentos aumentaron en un 83%. El Banco espera que la mayor parte de los precios de alimentos se mantengan muy por encima de los niveles de 2004 por lo menos hasta 2015.

La calidad más popular de arroz tailandés se vendía a 198 dólares por tonelada hace cinco años y a 323 dólares hace un año. El 24 de abril el precio llegó a los 1.000 dólares.

Los aumentos son aún mayores en los mercados locales –en Haití, el precio de mercado de un saco de 50 kilos de arroz se duplicó en una semana a fines de marzo.

Estos aumentos son catastróficos para los 2.600 millones de personas de todo el mundo que viven con menos de 2 dólares al día y gastan entre un 60% y un 80% de sus ingresos en alimentos. Cientos de millones no tienen suficiente dinero para comer.

Este mes, los hambrientos contraatacaron.


Saliendo a las calles

En Haití, el 3 de abril, manifestantes en la ciudad sureña de Les Cayes erigieron barricadas, detuvieron camiones que transportaban arroz y lo distribuyeron, y trataron de quemar un complejo de la ONU. Las protestas se extendieron rápidamente a la capital Port-au-Prince, donde miles marcharon hacia el palacio presidencial gritando «¡Tenemos hambre!» Muchos exigieron la retirada de los soldados de la ONU y el retorno de Jean-Bertrand Aristide, el presidente exiliado cuyo gobierno fue derrocado por potencias extranjeras en 2004.

El presidente René Préval, quien dijo inicialmente que no se podía hacer nada, ha anunciado una reducción de un 16% en el precio de venta mayorista del arroz. Es en el mejor de los casos una medida provisoria, ya que la reducción es por un sólo un mes, y los minoristas no están obligados a reducir sus precios.

Las acciones en Haití fueron paralelas a protestas similares de gente hambrienta en más de veinte otros países.

En Burkina Faso, una huelga general de dos días de sindicatos y comerciantes exigió reducciones «importantes y efectivas» en el precio del arroz y de otros alimentos básicos.

En Bangladesh, más de 20.000 trabajadores textiles en Fatullah se declararon en huelga para exigir precios más bajos y salarios más elevados. Lanzaron ladrillos y piedras a la policía, que disparó granadas lacrimógenas a la multitud.

El gobierno egipcio envió a miles de soldados al complejo textil Mahalla en el Delta del Nilo, para impedir una huelga general exigiendo salarios más altos, un sindicato independiente, y precios más bajos. Dos personas fueron muertas y más de 600 han sido encarceladas.

En Abidjan, Costa de Marfil, la policía usó gas lacrimógeno contra mujeres que habían colocado barricadas, quemado neumáticos y bloqueado carreteras importantes. Miles marcharon a la casa del presidente, gritando «¡Tenemos hambre!» y «La vida es demasiado cara, nos están matando».

En Pakistán y Tailandia, soldados armados han sido desplegados para impedir que los pobres se apoderen de alimentos de los campos y los almacenes.

Protestas similares han tenido lugar en Camerún, Etiopía, Honduras, Indonesia, Madagascar, Mauritania, Níger, Perú, las Filipinas, Senegal, Tailandia, Uzbekistán, y Zambia. El 2 de abril, el presidente del Banco Mundial dijo ante una reunión en Washington que hay 33 países en los que los aumentos de precios podrían causar desasosiego social.

Un editor principal de la revista Time advirtió:

«La idea de que las masas hambrientas salgan a las calles impulsadas por su desesperación y que derroquen al antiguo régimen ha parecido increíblemente extraña desde que el capitalismo triunfó tan decisivamente en la Guerra Fría... Y a pesar de ello, los titulares del pasado mes sugieren que el aumento brutal de los precios de los alimentos amenaza la estabilidad de un número creciente de gobiernos en todo el mundo... cuando las circunstancias hacen imposible alimentar a sus niños hambrientos, ciudadanos normalmente pasivos pueden convertirse muy rápidamente en militantes con nada que perder». [2]


¿Qué impulsa la inflación en los alimentos?

Desde los años setenta, la producción de alimentos se ha globalizado y concentrado cada vez más. Un puñado de países domina el comercio global en alimentos básicos. Un 80% de las exportaciones de trigo provienen de seis exportadores, así como un 85% del arroz. Tres países producen un 70% del maíz exportado. Esto deja a los países más pobres del mundo, los que tienen que importar alimento para sobrevivir, a la merced de tendencias económicas y políticas en esos pocos países exportadores. Cuando el sistema comercial global deja de cumplir, son los pobres los que pagan la cuenta.

Durante varios años, el comercio global en alimentos básicos se ha estado dirigiendo hacia una crisis. Cuatro tendencias relacionadas han frenado el crecimiento de la producción y han hecho subir los precios.


El Fin de la Revolución Verde:

En los años sesenta y setenta, en un esfuerzo por contrarrestar el descontento campesino en el sur y el sudeste de Asia, EE.UU. invirtió dinero y apoyo técnico en el desarrollo agrícola en India y otros países. La «Revolución Verde» – nuevas semillas, fertilizantes, pesticidas, técnicas agrícolas e infraestructura – condujo a espectaculares aumentos en la producción de alimentos, particularmente el arroz. La cosecha por hectárea siguió expandiendo hasta los años noventa.

Hoy en día, no está a la moda que los gobiernos ayuden a la gente pobre a cultivar alimentos para otra gente pobre, porque supuestamente «el mercado» puede hacerse cargo de todos los problemas. The Economist informa que «los gastos en la agricultura como parte de los gastos públicos totales en los países en desarrollo cayó a la mitad entre 1980 y 2004». [3] Los subsidios y dinero para investigación y desarrollo se han acabado, y el aumento de la producción se ha paralizado.

El resultado es que en siete de los últimos ocho años el mundo consumió más granos que los que produjo, lo que significa que se estaba sacando arroz de los inventarios que los gobiernos y los comerciantes normalmente mantienen como seguro contra malas cosechas. Las existencias mundiales de granos están actualmente a su nivel más bajo de todos los tiempos, dejando muy poca protección para tiempos difíciles.


Cambio climático:

Los científicos dicen que en los próximos 12 años el cambio climático podría reducir en un 50% la producción de alimentos en partes del mundo. Pero no se trata sólo de un tema para el futuro:

Australia es normalmente el segundo exportador del mundo de granos, pero una salvaje sequía de muchos años ha reducido la cosecha de trigo en un 60% y la producción de arroz ha sido completamente eliminada.

En Bangladesh en noviembre, uno de los peores ciclones en décadas eliminó un millón de toneladas de arroz y dañó severamente la cosecha de trigo, haciendo que el inmenso país dependa aún más de alimentos importados.

Abundan otros ejemplos. Es obvio que la crisis climática del globo ya está aquí, y está afectando la alimentación.


Agrocombustibles:

Ahora es política oficial en EE.UU., Canadá y Europa que se conviertan alimentos en combustible. Los vehículos de EE.UU. queman suficiente maíz para cubrir todas las necesidades de importación de los 82 países más pobres. [4]

Etanol y biodiésel son fuertemente subvencionados, lo que significa, inevitablemente, que cultivos como el maíz están siendo desviados de la cadena alimentaria y los tanques de gasolina, y que la nueva inversión agrícola en todo el mundo está siendo dirigida hacia palmas, soya, canola y otras plantas productoras de aceites. La demanda de agrocombustibles aumenta directamente el precio de esas cosechas, y elevan indirectamente el precio de otros granos al alentar a los productores a cambiar al agrocombustible.

Como han descubierto los productores canadienses de cerdos, también impulsa el aumento del coste de producir carne, ya que el maíz es el principal ingrediente en los alimentos para animales en Norteamérica.


Precios del petróleo:

El precio de los alimentos está vinculado al precio del petróleo porque los alimentos pueden ser convertidos en petróleo. Pero el aumento de los precios del petróleo también afecta el coste de la producción de alimentos. Fertilizantes y pesticidas son hechos con petróleo y gas natural. Gasolina y combustible diesel son utilizados para plantar, cosechar y transportar. [5]

Se ha calculado que un 80% de los costes de producir maíz son costes de combustible fósil – de modo que no es por accidente que suban los precios de los alimentos cuando suben los precios del petróleo.

*   *   *

A fines de 2007, el recorte en las inversiones en la agricultura del tercer mundo, el aumento de los precios del petróleo, y el cambio climático significaron que el aumento de la producción se estaba desacelerando y que los precios estaban aumentando. Buenas cosechas y un fuerte aumento de la exportación podrían haber evitado una crisis – pero no es lo que sucedió. El gatillo fue el arroz, el alimento básico de 3.000 millones de personas.

A comienzos de este año, India anunció que suspendía la mayor parte de sus exportaciones de arroz para reconstruir sus reservas. Unas pocas semanas después, Vietnam, cuya cosecha de arroz fue afectada por una importante infestación de insectos durante la recogida, anunció una suspensión de las exportaciones durante cuatro meses para asegurar que habría suficiente para su mercado interno.

India y Vietnam juntos representan normalmente un 30% de todas las exportaciones de arroz, de modo que sus anuncios fueron suficientes para empujar al abismo el mercado global de arroz, que ya estaba bajo presión. Los compradores de arroz comenzaron de inmediato a adquirir las existencias disponibles, acaparando todo el arroz que podían conseguir a la espera de futuros aumentos de precio, haciendo subir el precio para futuras cosechas. Los precios aumentaron vertiginosamente. A mediados de abril, las noticias describieron “compras de pánico” de futuros de arroz en la Bolsa de Comercio de Chicago, y hubo escasez de arroz incluso en las estanterías de los supermercados en Canadá y EE.UU.


El por qué de la rebelión

No es por primera vez que ha habido picos en los precios de alimentos. Por cierto, si tomamos en cuenta la inflación, los precios globales de alimentos básicos fueron mayores en los años setenta de lo que son actualmente. ¿Por qué entonces ha provocado esta explosión inflacionaria protestas masivas en todo el mundo?

La respuesta es que desde los años setenta los países más ricos del mundo, con la ayuda de las agencias internacionales que controlan, han debilitado sistemáticamente la capacidad de los países más pobres de alimentar a sus poblaciones y de protegerse en una crisis como la actual.

Haití es un ejemplo poderoso y horrendo.

Haití ha cultivado arroz durante siglos, y hasta hace veinte años los agricultores haitianos producían unas 170.000 toneladas de arroz por año, suficiente para cubrir un 95% del consumo interno. Los agricultores de arroz no recibían subsidios gubernamentales pero, como en todos los demás países productores de arroz en esa época, su acceso a los mercados locales estaba protegido por aranceles aduaneros.

En 1995, como condición previa para otorgar un préstamo desesperadamente necesitado, el Fondo Monetario Internacional exigió que Haití redujera su arancel para el arroz importado de un 35% a un 3%, el más bajo en el Caribe. El resultado fue un influjo masivo de arroz de EE.UU. que se vendía por la mitad del precio del arroz producido en Haití. Miles de agricultores arroceros perdieron sus tierras y medios de existencia, y en la actualidad tres cuartos del arroz comido en Haití proviene de EE.UU. [6]

El arroz de EE.UU. no se apoderó del mercado haitiano porque tenga mejor sabor, o porque los productores de arroz en EE.UU. sean más eficientes. Venció porque las exportaciones de arroz son fuertemente subvencionadas por el gobierno de EE.UU. En 2003, los productores de arroz de EE.UU. recibieron 1.700 millones de dólares en subsidios del gobierno, un promedio de 232 dólares por hectárea de arroz cultivada.[7] Ese dinero, la mayor parte del cual terminó en las manos de un puñado de muy grandes terratenientes y corporaciones del agronegocio, permitió que los exportadores de EE.UU. vendieran el arroz entre un 30% y un 50% por debajo de sus costes reales de producción.

En breve, Haití fue obligado a abandonar la protección gubernamental de la agricultura interior – y EE.UU. pasó a utilizar sus artilugios de protección gubernamental para apoderarse del mercado.

Ha habido numerosas variantes de este tema, en las que países ricos del norte imponen políticas de «liberalización» a países pobres y endeudados del sur y luego aprovechan esa liberalización para capturar el mercado. Los subsidios gubernamentales representan un 30% de los ingresos agrícolas de los 30 países más ricos del mundo, un total de 280.000 millones de dólares al año, [8] una ventaja imbatible en un mercado «libre» en el que los ricos fijan las reglas.

El juego del comercio alimentario global está amañado, y los pobres se han quedado con cultivos reducidos y sin protecciones.

Además, durante varias décadas, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional se han negado a dar préstamos a los países pobres, a menos que acepten los «Programas de Ajuste Estructural» (SAP) que requieren que los prestatarios devalúen sus monedas, recorten los impuestos, privaticen los servicios públicos, y reduzcan o eliminen los programas de apoyo para los agricultores.

Todo esto fue hecho con la promesa de que el mercado produciría crecimiento económico y prosperidad – en lugar de hacerlo, aumentó la pobreza y eliminó el apoyo para la agricultura.

«La inversión en paquetes de insumos agrícolas y el apoyo a la ampliación disminuyó y terminó por desaparecer en la mayoría de las áreas rurales de África bajo SAP. La preocupación por la promoción de la productividad de los minifundistas fue abandonada. No sólo hicieron retroceder a los gobiernos, la ayuda extranjera a la agricultura declinó. El financiamiento del Banco Mundial para la agricultura en sí disminuyó fuertemente de un 32% del total de préstamos en 1976-1978 a un 11,7% en 1991-1999».[9]

Durante olas anteriores de inflación de los precios de los alimentos, los pobres tuvieron por lo menos un cierto acceso a alimentos que cultivaban ellos mismos, o a alimentos que eran cultivados localmente y accesibles a precios fijados localmente. En la actualidad, en muchos países en África, Asia y Latinoamérica, eso simplemente ya no es posible. Los mercados globales determinan ahora los precios locales – y a menudo los únicos alimentos disponibles deben ser importados desde muy lejos.

*   *   *

El alimento no es una mercancía más – es absolutamente esencial para la supervivencia humana. Lo mínimo que debiera esperar la humanidad de cualquier gobierno o sistema social es que tratara de impedir el hambre – y sobre todo que no impulse políticas que niegan el alimento a la gente.

Por eso el presidente venezolano Hugo Chávez tuvo toda la razón el 24 de abril, cuando describió la crisis alimentaria como «la mayor demostración del fracaso histórico del modelo capitalista».

¿Qué hay que hacer para terminar esta crisis, y para asegurar que no vuelva a ocurrir?








NOTAS


[1] Kevin Pina. «Mud Cookie Economics in Haiti». Haiti Action Network, Feb. 10, 2008. http://www.haitiaction.net/News/HIP/2_10_8/2_10_8.html

[2] Tony Karon. «How Hunger Could Topple Regimes». Time, April 11, 2008. http://www.time.com/time/world/article/0,8599,1730107,00.html

[3] «The New Face of Hunger»The Economist, April 19, 2008.

[4] Mark Lynas. «How the Rich Starved the World»New Statesman, April 17, 2008. http://www.newstatesman.com/200804170025

[5] Dale Allen Pfeiffer. Eating Fossil Fuels. New Society Publishers, Gabriola Island BC, 2006. p. 1.

[6] Oxfam International Briefing Paper, April 2005. «Kicking Down the Door». http://www.oxfam.org/en/files/bp72_rice.pdf

[7] Ibid.

[8] OECD Background Note: Agricultural Policy and Trade Reform. http://www.oecd.org/dataoecd/52/23/36896656.pdf

[9] Kjell Havnevik, Deborah Bryceson, Lars-Erik Birgegård, Prosper Matondi & Atakilte Beyene. «African Agriculture and the World Bank: Development or Impoverishment?». Links International Journal of Socialist Renewal, http://www.links.org.au/node/328



en rebelión.org











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