miércoles, abril 02, 2008

"Bodas de sangre", de Federico García Lorca

Extracto del Acto Tercero, Cuadro primero.



(…Por la claridad de la izquierda aparece la Luna. La Luna es un leñador joven, con la cara blanca. La escena adquiere un vivo resplandor azul.)


Luna:
            Cisne redondo en el río,
            ojo de las catedrales,
            alba fingida en las hojas
            soy; ¡no podrán escaparse!
            ¿Quién se oculta? ¿Quién solloza
            por la maleza del valle?
            La luna deja un cuchillo
            abandonado en el aire,
            que siendo acecho de plomo
            quiere ser dolor de sangre.
            ¡Dejadme entrar! ¡Vengo helada
            por paredes y cristales!
            ¡Abrid tejados y pechos
            donde pueda calentarme!
            ¡Tengo frío! Mis cenizas
            de soñolientos metales
            buscan la cresta del fuego
            por los montes y las calles.
            Pero me lleva la nieve
            sobre su espalda de jaspe,
            y me anega, dura y fría,
            el agua de los estanques.
            Pues esta noche tendrán
            mis mejillas roja sangre,
            y los juncos agrupados
            en los anchos pies del aire.
            ¡No haya sombra ni emboscada.
            que no puedan escaparse!
            ¡Que quiero entrar en un pecho
            para poder calentarme!
            ¡Un corazón para mí!
            ¡Caliente!, que se derrame
            por los montes de mi pecho;
            dejadme entrar, ¡ay, dejadme! (A las ramas.)
            No quiero sombras. Mis rayos
            han de entrar en todas partes,
            y haya en los troncos oscuros
            un rumor de claridades,
            para que esta noche tengan
            mis mejillas dulce sangre,
            y los juncos agrupados
            en los anchos pies del aire.
            ¿Quién se oculta? ¡Afuera digo!
            ¡No! ¡No podrán escaparse!
            Yo haré lucir al caballo
            una fiebre de diamante.


(Desaparece entre los troncos y vuelve la escena a su luz oscura. Sale una anciana totalmente cubierta por tenues paños verdeoscuros. Lleva los pies descalzos. Apenas si se le verá el rostro entre los pliegues. Este personaje no figura en el reparto.)


Mendiga:
            Esa luna se va, y ellos se acercan.
            De aquí no pasan. El rumor del río
            apagará con el rumor de troncos
            el desgarrado vuelo de los gritos.
            Aquí ha de ser, y pronto. Estoy cansada.
            Abren los cofres, y los blancos hilos
            aguardan por el suelo de la alcoba
            cuerpos pesados con el cuello herido.
            No se despierte un pájaro y la brisa,
            recogiendo en su falda los gemidos,
            huya con ellos por las negras copas
            o los entierre por el blanco limo.
            ¡Esa luna, esa luna! (Impaciente.)
            ¡Esa luna, esa luna!


(Aparece la luna. Vuelve la luz intensa.)


Luna:
            Ya se acercan.
            Unos por la cañada y otros por el río.
            Voy a alumbrar las piedras. ¿Qué necesitas?

Mendiga:
            Nada.

Luna:
            El aire va llegando duro, con doble filo.

Mendiga:
            Ilumina el chaleco y aparta los botones,
            que después las navajas ya saben el camino.

Luna:
            Pero que tarden mucho en morir. Que la sangre
            me ponga entre los dedos su delicado silbo.
            ¡Mira que ya mis valles de ceniza despiertan
            en ansia de esta fuente de chorro estremecido!









1933









Contribución a Dscntxt de Ignacia Viñes









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