miércoles, marzo 05, 2008

"No el azar", de Andrés Morales





Esa presencia inevitable del destino: el juego cotidiano y la música en el siempre vivo desconcierto. Ese guiño del mar como advertencia, como largo vaticinio de mi ritmo.

Todo es menos, ha escrito Juan Ramón Jiménez. Todo es siempre menos cuando vivimos –o creemos vivir- la transmigración de la vida paralela... Éste habría sido yo; aquel que ruge, bebe; aquel de piedra o mármol; ese niño –que fui- en la pequeña plaza de las defenestraciones. O el joven, o el viejo, o este otro irreconocible, yo mismo. Entonces, ¿qué ángel acarició mi frente? ¿cuál de todos los terribles me configura y delimita? Tal vez ninguno, ni el espejo, ni la sombra.

Pero hay fantasmas que señalan lo presente, viveza en las manos que hoy escriben. Aquí la tierra, la nieve, el océano que crece por mis ojos; esta sombra de los míos, en la quietud y en la certeza, que serán las llaves de estas puertas, no el cuchillo que resigna, mortal, la rebeldía.

Se levantan desde el aire las palabras, se reúnen persiguiéndome: voz nítida que dice: No el azar. No.

Sí el destino, lo profético que repite la naturaleza (en mí, también, ahora) cada vez que vislumbro y creo.

Todo es mío, nuestro y doloroso. Toda la belleza para el que siempre lo vio, la verá y no pudo otra cosa. Todos los oráculos nuestros.






en No el azar, publicado en 1987.







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