martes, noviembre 20, 2007

“Coltrane sobre el escenario”, de Carlos Almonte





La ciudad se observa a mil kilómetros, al comienzo de una tímida ascensión. Son parajes destruidos por la guerra y, cada tanto, se adivina el esqueleto de una orquesta saltando las trincheras, los arbustos, los espinos; emitiendo ese pulsar eterno y el golpear de los martillos, herrerías y fábricas de acero. Resultados de una búsqueda anterior, cada uno corre por su lado, sobre un escenario, eremitas y zapatos destrozados. El primero transita los pasillos, los demás intentan lo imposible por mostrarse insatisfechos; pero aún aquella noche, y sus apuros, los presiona a terminar el acto. Cinco hombres rasgan vestiduras y los clavos moreteados sobre el antebrazo. Cinco adictos esperan por más dosis: heroína, saxofón y jazz. Un caballo ornamentado relincha en las inmediaciones.

Recorre un automóvil la distancia, la campiña inglesa, los castillos y los eruditos que se encierran a estudiar más fórmulas y genocidios, la imaginación que vuela y en el intertanto el aire se hace menos atractivo. Docenas de israeles asesinan palestinos, como siempre, hijo-putas asesinos y en los diarios aparecen como víctimas... Nada nuevo, clama el viejo Borges, más aún si eres dueño de esos artefactos que propagan las mentiras.

Cuatro aguas que provienen de rincones ignorados, dúctiles favores inculcados a los niños que aún no dejan de beber; los senos prolongados, extenuados y esa dicha insana de seguir con el proceso, ahuyentando y hacinando, lo mismo que alemanes más al sur de La Cuajada. Decadentes creaciones que intentaron, sin embargo ya no ríen, menos cantan, hacia el frío singular de una taberna que de a poco va siendo abandonada. Frente al caos y el alcohol, el free jazz insiste.

Coltrane intenta dominar su maestría y en la sombra última y fugaz, los demás consiguen trasladar su paso fulminante. Vamos como el cuervo, desgreñando tiburones y lascivias -mientras los del fondo apagan cigarrillos y otras hierbas-, merodeando callejones y sonidos que coinciden, la voz de los metales y las cuerdas rompen filas para refugiarse junto al orden inicial: la estabilidad, la armonía, un-acorde-un-om que escurre al finalizar las aves cacerías, tripas sueltas junto a lumbres asfixiadas. Suenan vasos que chocan entre sí, la cerveza, el bourbon y el tequila moja cuerpos y el vigor extenso de quienes bajan o descienden, otra vez, del escenario hacia la cárcava.

La mujer que me acompaña dice algo que no entiendo y sin embargo río, porque ya no está, porque ya no hay nada.










en Alicia en el infierno, 2005








2 comentarios:

Anónimo dijo...

Como un café intenso por la mañana tu texto, Almonte. Me gustó, me gustó.Me motiva.


Ahora buscaré más temas de Coltrane porque sólo tengo cuatro o cinco; ya sabes, los que tienen más estrellitas en el Ares...

Un saludo desde el sol araucano

dscntxt-3 dijo...

gracias, des...

un saludo desde el ardor capitalino (este sí que es calor),



dscntxt-3