«Yo no soy una persona que vaya a hacer comedias, precisamente. Siempre ha habido temas y problemas que me han preocupado. Quiero hacer documentales de forma apasionada, documentales que nos planteen preguntas. Pero sí podría decir un momento muy importante para mí, en el que empecé a darme cuenta de muchas cosas: presencié la guerra del Congo, en 1997, y eso me marcó. Me enfrenté a unas imágenes para las que no estaba preparado. Me pregunté por qué era justo yo quien estaba viendo todo eso y no tú, por ejemplo, por qué ocurría ante mis ojos. Después, al grabar algunas cosas, sentía la necesidad de enseñárselo a mis amigos y conocidos, compartir mi experiencia y que todo el mundo lo viera. Ahí empezó todo. La pesadilla de Darwin habla de la ironía, del cinismo y de la complejidad del proceso de globalización. En esta globalización estamos todos metidos, y por eso hay que mirar el documental como si nos estuviéramos mirando en un espejo, como si viéramos el basurero colectivo de la humanidad y abriéramos la tapa».
«Yo no soy un visionario ni un profeta. He encontrado respuestas para mí, para mi vida, eso lo primero. Pero no tengo la capacidad ni el derecho de decirle a nadie lo que tiene que hacer. Me parece muy positivo, en cualquier caso, que la gente piense. Es verdad que es muy difícil enfrentarse a la realidad. Cuando estamos muy enfermos hay muchos que preferirían no saberlo, pero hay otros que sí que lo quieren saber para consultar a un buen médico y a partir de ahí decidir».
«Hay muchas cosas que impactan en esta película y sé que resulta chocante ver determinados comportamientos en el cine, pero son parte de la vida. Para la gente de África, luchar entre ellos es una forma normal de comunicarse, es su día a día cotidiano, pero se convierte en especial en el contexto de una película. Ésa es la línea base, filosófica, de La pesadilla de Darwin, la supervivencia del que tiene más fuerza y más posibilidades, aunque nunca se oye hablar en la película de la teoría de Darwin. La situación de estos niños que luchan por el arroz se podría comparar perfectamente con los ejecutivos de Wall Street, en la Bolsa de Nueva York, que se pelean por unas acciones. Es la misma locura, el mismo tipo de comportamiento humano, aunque en distintas situaciones. La pesadilla más grande no es ver imágenes terribles, sino que nos reconocemos en estas imágenes, en este horror. Los pilotos rusos son personas encantadoras y sin embargo hacen lo que hacen en su trabajo, transportan armas. Todos formamos parte de un sistema enorme, todos estamos envueltos y contribuimos a él, y al mismo tiempo nos destruye».
«Esta guerra ha sido la más grande del planeta desde la Segunda Guerra Mundial, y en ella han muerto más de cinco millones de personas en pocos años. Quien afirme lo contrario que lea libros de cocina, que vea películas de Hollywood, pero que no hable conmigo. Es igual que si a una madre se le muere su hijo de una sobredosis y dice que si no ha visto al camello mientras le vendía no se cree que su hijo consumiera drogas. Esa persona tiene un problema porque no se enfrenta a la realidad».
«Me ha llevado mucho tiempo esta película, cuatro años en total y seis meses de rodaje. Por supuesto que continúa la relación con todos los que puedo, nos hablamos, nos escribimos, con los niños de la calle, y soy amigo de los pilotos. Pero no voy a entrar en detalles porque forman parte de mi vida, de mi intimidad. Lo que puedo decir es que, sobre todo, esta gente ha cambiado mi vida. Cuando hay un intercambio personal así, de formas de pensar y de ver la vida, es muy enriquecedor. Intento dar comida a los niños que veo, pero no puedo salvar a África entera, es imposible».
«No me gusta considerarme portador de ninguna misión, lo veo más como una necesidad. No sólo muestro 'la pesadilla', sino también a gente maravillosa, con un gran potencial, pero que quizá no tengan nunca la oportunidad de desarrollarlo por culpa del sistema injusto en el que vivimos. Un aspecto muy importante de mi trabajo es la posibilidad de mostrar mi punto de vista sobre cualquier tema, sobre el continente africano y su gente increíble».
«Es muy difícil para mí hacer musicales o comedias, eso está claro. No puedo hablar ahora de mis proyectos, me queda mucho camino por recorrer. (...) Pero si concretara mi respuesta tendría auténticas pesadillas hasta realizar los proyectos. Me parece muy bonito que, por el éxito de esta película, mucha gente quiere saber más de las anteriores. Es muy posible que mis otros documentales se repongan en cine y que Kisangary Diary, que se vio hace unos años en Televisión Española, se edite en el mismo dvd que La pesadilla de Darwin, ya que tiene una conexión directa con ella porque es de donde brotó su idea. Y la verdad, dicen que La pesadilla es dura..., pero Kisangari Diary lo es diez veces más».
«Sólo hago un trabajo de concienciación. Los políticos, especialmente los que detentan el poder en Occidente, son incapaces de guiar e incluso de actuar. Sólo pueden reaccionar, frente por un lado al mercado y sus altibajos, y por otro frente a la opinión pública. El problema es que esa opinión pública es algo muy abstracto. No se sabe cómo llegar a ella. A partir de la experiencia de mis películas, creo que he conseguido una especie de cóctel químico, a base de ingredientes que son conocidos aisladamente: la guerra, la explotación humana en África, los niños en la calle, la prostitución... todo eso mezclado explota como algo nuevo. Casi todo está ya contado, lo importante es el modo de contarlo. La historia de amor entre un hombre y una mujer es algo muy cotidiano, pero una buena película de amor puede llegar a emocionarnos. La clave está en encontrar la fórmula. Yo no trato de descubrir escándalos. No descubro nada que no se sepa».
«Técnicamente muchos intelectuales tienen ahora acceso a los medios técnicos de expresarse con una cámara. Hace 15 años, cuando yo acabé de estudiar, aún sufríamos muchas limitaciones, cuando sólo teníamos el 16 mm como formato de expresión. Por otro lado, hay ahora un cine documental que tiene éxito porque existe una necesidad creciente de entender el mundo, un deseo y una necesidad. Y la televisión no llega a cubrirla, ya que su propio lenguaje la autoneutraliza. En TV hay demasiada gente que no sabe trabajar con imágenes».
«Vivimos el mismo proceso que cuando empezó a generalizarse la escritura. Se sabía escribir, pero no todo el mundo se convertía en escritor. Pienso que en este momento demasiada gente agarra una cámara. Hay una inflación de imágenes alucinante. Es demasiado fácil filmar. Pero se trata de algo pasajero, pronto quedarán sólo los que tienen talento e ideas. Porque lo que es cierto es que las cosas para contar son inacabables. Mi trabajo es buscar cómo contarlas».
«El sistema actual en el Hemisferio Norte, ese bloque Norteamerica-Europa-Japón, ya no propone nada... salvo el consumo. Así que toda alternativa es bienvenida. No sé hacia donde va América Latina o el resto del planeta. Los visionarios que creen ser capaces de predecir cómo será el mundo en el futuro suelen equivocarse. Pero lo que si pienso es que en Occidente la sociedad actual no es sólo destructora, sino además suicida».
«Hacer documentales es participar en la aventura de la vida. La ficción, por contra, resulta una aventura pero sin salir de tu cabeza. Si te dedicas al documental, te proyectas como individuo en universos tan increíbles... Por ejemplo en La pesadilla de Darwin me moví entre soldados africanos, niños, prostitutas, pilotos rusos. Y así la impresión necesariamente es más fuerte que si lo lees o te lo cuentan. Siempre contarás mejor una historia de amor si la has vivido. Creo que es bastante frecuente hoy en día que los escritores y cineastas basen sus obras en libros y películas de otros creadores anteriores, mucho más que en la experiencia propia. Se me ocurre que es como si dieran resultado a obras de ‘segunda mano’…».
«La sobrexposición de mi trabajo y mi persona me está perjudicando. Ahora soy más conocido por el 'enemigo'. Los industriales y los jefes de estado africanos, que antes pasaban de mí, ahora ya me tienen miedo y pueden llegar a ser peligrosos».
«Todo el mundo se parece mucho, y los esquemas se repiten en todas partes. Yo no he hecho films sobre África, sino sobre nuestro tiempo, sobre Europa, pero hechos en África. Porque allí todo es más transparente, más palpable. El abuso de poder se ve cada día, mientras que en Wall Street se hace a través de ordenadores y nadie se entera».
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