martes, octubre 30, 2007

«La beatrización de los árboles», de Braulio Arenas





a Benjamin Péret

En el río de los muebles primitivos
En una cisterna blanca con pestañas
Aparece un ave que es un mandarín con otro mandarín urgente
Con una pirámide de navíos al rojo
Que debemos luchar por la boca de los dormidos

Su vértigo de ser piedra sobresaturada
Cielo sobrenatural empuja con su pie de delta
Con su garganta de carbón borra las serpientes
Las avestruces frías en una pradera de ojos
De cuerpos en llama hasta dejar la vida
De los helechos que entran con piedad inicial
Con buenas nuevas y amores y dagas flotadoras
En el exterminio en nada en hielo para desnudarse
Repentinamente
Donde exhalante sin gratitud todo el navío
Este alcance de anillos forma la sangre y negro
Un dormitorio negro en un espejo de uso particular
En ti siempre compañía roedora de las almas
En tus miradas insolubles en el placer
Cierra ese viento esa posibilidad de aurora
Los zapatos las monedas de oro entra peligro
Entra placer placer que nunca tregua
Escucha devorando árboles a tu paso de bosque
Esa invasión esa llama que va de la raíz a todo espacio
Amante que nace con la tiza en el pecho
Sin la daga cuyo amor se cose a los estanques
Al culto del ahogo
Y las llamas extirpan el semblante
De mi conmiseración de rostros desgarrados por las olas menos
Máquina que puede volar el claro de bosque la lectura todo
Su autografía se detiene para trabajar
Aglutinante
Y escucho las estrellas que entran a la noche
Como las pestañas a los ojos



en Versión Definitiva, Ediciones Falansterio, 
Santiago de Chile, 1956


















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