lunes, agosto 20, 2007

"Cuando los magos se adueñan del poder", de Jorge Teillier

Una nueva dimensión de la historia: el nazismo desde el punto de vista del realismo fantástico.




Se ha dicho que la historia es una página en blanco que los hombres están libres de llenar a su guisa. Contrariando las formas habituales con las que se ha llenado la página correspondiente al nazismo, Louis Pauwels y Jacques Bergier, los adalides del realismo fantástico, en una de las partes de su obra Le Matin des Magiciens [El retorno de los brujos] conmueve la historia oficial con una nueva visión del nazismo, nacida de una actitud que consiste en interrogar de una manera fantástica y despojándose de cualquier prejuicio sobre los fenómenos históricos. El resultado de esta actitud –que estuvo acompañada por seis años de búsqueda y recopilación de documentos–es una fascinante e incitadora exploración por las zonas ocultas de donde surgió esta "extraña enfermedad" que fuera el nazismo.

Naturalmente no se puede aceptar de plano las interpretaciones de Pauwels y Bergier, pero tampoco podemos llegar a asomarnos a la ventana que abren para la historia hacia el mundo mágico, que a veces nos obstinamos en ignorar, amparados por un racionalismo estrecho.

A primera vista puede parecer repugnante o provocar un simple alzar de hombros el enunciar que en pleno siglo XX un país fuera gobernado por una sociedad místico–política, que preparaba expediciones para conquistar el Santo Grial; cuyos dirigentes pensaban vencer el hielo de las estepas rusas, haciendo sacrificios humanos; que aceptaban una teoría según la cual la tierra es hueca y otra que dice que toda la historia de la humanidad se explica por la lucha entre el fuego y el hielo; que creyeran poder aliarse con los Superiores Desconocidos, hombres venidos quizás más allá del tiempo y del espacio, con poderes semejantes a los de los dioses y que el hombre mismo estaría al borde de una formidable mutación que lo haría tener también estos poderes. Sin embargo, según Pauwels y Bergier, todo esto creído por Hitler y por el grupo nazista original del que formó parte, y que orientó de manera decisiva la historia contemporánea. Porque para nuestros autores el nazismo es el momento –quizás único en la historia– en el que el pensamiento mágico se apodera de las palancas del progreso material para ponerse a su servicio.

El nazismo tendría su génesis en las sociedades secretas iniciáticas que revelaron al Occidente el aspecto luciferiano del pensamiento oriental. Entre ella, los Rosa Cruces; la Golden Dawn, que dirigiera el poeta Yeats, y fundada por Samuel Mathers, el que pretendía estar en contacto con los "Superiores Desconocidos", que eran sus jefes; la sociedad del Vrill, en la Alemania prenazi, continuadora de la Golden Dawn, y finalmente el Grupo Thulé en el cual se hallaba Hitler, Hess y Karl Haushoffer, y del cual hablaremos con más detalle. "Nada en el universo puede resistir el ardor convergente de un número suficientemente grande de inteligencias agrupadas y organizadas", decía Teilhard de Chardin, La historia del Grupo Thulé narrada por Pauwels y Bergier parece confirmarlo. El grupo tomaba su nombre de una isla mítica que se suponía estuvo situada al norte del planeta, y que habría sido el centro mágico de una civilización desaparecida. Pero todos los secretos de esta civilización no estaban perdidos. Seres intermediarios entre los hombres y los seres del Más Allá, dispondrían para los iniciados de una reserva de fuerza que podría dar a Alemania el señorío del mundo, para anunciar la suprahumanidad y el hombre en mutación.

Dietrich Eckardt, miembro del Grupo y uno de los siete fundadores del Partido Nacional Socialista, al cual Hitler, su discípulo, dedicara el Mein Kampf, declaraba al morir: "Seguid a Hitler. Danzará, pero seré yo quien le escriba la música. Le hemos dado los medios para comunicarse con Ellos". Hermann Rauschning en su libro Hitler me dijo, habla de que el Führer le confesaba: "El hombre nuevo vive entre nosotros. Él está aquí. Le voy a revelar un secreto: He visto al hombre nuevo. Es intrépido y cruel. Tengo miedo delante de él".

Hitler, según Pauwels y Bergier, habría sido una especie de médium en manos del Grupo Thulé, dirigido, según declaró Rudolf Hess durante su cautiverio, por Karl Haushoffer, creador de la Geopolítica, pero a la vez iniciado en los centros budistas secretos del Oriente.

Naturalmente, en el poder muestra una faz diferente a la del "socialismo mágico"; aparece sólo como un movimiento político y social. Sin embargo, sería preciso recordar que, según Hitler: "El que entienda el nacionalsocialismo sólo como un movimiento político, no entenderá gran cosa". Y luego habló, asimismo, de que la idea del nacionalsocialismo era secundaria y se había servido de ella sólo por razones de oportunidad. "Llegará el día en que ni siquiera exista Alemania –expresó en una ocasión–. Lo que habrá en el mundo será una cofradía de amos y señores, por una parte, y de sometidos y esclavos, por otra". Pues el fin de Hitler, según lo expresa el Dr. Aquiles Delmas no era la conquista del mundo, sino el de preparar la aparición de una humanidad de héroes. En este sentido, es esencial la idea de que en el hombre hay posibilidades ocultas y aún no desarrolladas. Esta idea conduce al desprecio de la humanidad corriente. El hombre común no sería sino una larva, y el dios cristiano, dios de la igualdad, un "pastor de larvas". De esta consideración no hay sino un paso para despreciar la cultura ordinaria. Algo más que una simple boutade es la frase de Goering: "Cuando oigo hablar de cultura, echo mano a mi pistola". Para los nazis existía una ciencia "nórdica y nacional–socialista" que se oponía a la judío–liberal. Quizá ante estos antecedentes, no es de extrañar que durante la época nazi tuvieran vigencia oficial dos excéntricas teorías opuestas a la ciencia ortodoxa: la de la tierra hueca y la del Wel o hielo eterno. Contra Einstein fue opuesto Hans Hörbirger. La teoría de la relatividad, la psicología, eran máquinas de guerra lanzadas contra el espíritu heroico de Parsifal.

Hans Hörbirger enunció una cosmogonía que estaba en desacuerdo con la astronomía y las matemáticas oficiales, pero que daba una explicación coherente del origen del universo de acuerdo con el espíritu de las leyes nórdicas. Por lo demás Horbirger, que se sentía un profeta que ha tenido la "revelación", no se preocupaba mayormente de las concepciones científicas coherentes. "Las matemáticas son una mentira sin valor"; "Creed en mí y no en las ecuaciones", eran algunas de sus frases a sus discípulos. Era un aficionado, cierto, pero, según sus seguidores, así como Hitler había vencido a los profesionales de la política, así Horbirger aplastaría a los profesionales de la ciencia. Su teoría halló innumerables adeptos en Alemania, e incluso contó con la adhesión de sabios como Lenard, uno de los descubridores de los Rayos X.

El universo, según Hörbirger, nace de la lucha entre el fuego y el hielo, como en los antiguos cantos de los Edda. En el cielo había una masa ígnea a altas temperaturas que entró en colisión con un planeta gigante constituido por una acumulación de hielo cósmico. Después de un tiempo, el vapor de agua lo hizo estallar en muchos fragmentos. Uno de ellos derivó en nuestro planeta. Según la Wel, en el cielo hay masas de hielo atraídas por la tierra. La tierra ha tenido cuatro lunas. Tres de ellas han caído, se producen catástrofes y se marca el término de una época geológica.

Cuando las lunas se aproximan, se produce un período de gigantismo, debido a que cambia el efecto de la gravitación. El hombre aparece a fines del secundario, pero era un gigante muy distinto al hombre actual, pues, además, estaba dotado de poderes psíquicos extraordinarios. Nuestros ancestros directos son hombres aparecidos a fines del terciario, cuando había una luna alta. En los períodos sin luna aparecieron las razas inferiores. Los hombres fueron educados por sobrevivientes del secundario, y de las Atlántidas sumergidas luego de las catástrofes cósmicas. La idea de que los hombres fueron civilizándose paulatinamente, partiendo del bestialismo, es reciente. En verdad, la humanidad recibió una rica herencia de los Superiores Desconocidos.

La cosmogonía hörbirgeriana alentó el racismo nazi, por lo cual se explica el entusiasmo que sintieron por ella Hitler y Rosenberg. Los seres inferiores aparecidos durante las épocas en que la tierra carecía de luna, imitan al hombre, pero no lo son. Está más lejos de él que los mismos animales. Como no forman parte de la humanidad y son ajenos al orden natural, el exterminarlos no sería un crimen. Los negros, los judíos, los gitanos, no son hombres en el sentido real del término. De allí que nuestra mentalidad halle inconcebibles los crímenes cometidos por los nazis, para los cuales el hombre no es uno solo. Pues según Hörbirger, cada setecientos años el hombre toma conciencia de su destino cósmico, y de nuevo los portadores del fuego pueden distinguir entre el hombre–dios y el hombre–esclavo. La última ascensión del fuego sería la de los Caballeros Teutónicos. Luego, vendría la de la Orden Negra de los nazis. Tal era la SS, orden de iniciados que preparaban en sus campos de concentración y territorios conquistados de maqueta de un mundo futuro de señores, de conquistados y de esclavos. Los seres no humanos debían ser exterminados. Así se pueden explicar los experimentos espantosos de la Ahnnerber, institución dependiente de la SS, que tenía por fin "buscar la localización, el espíritu, los actos, la herencia de la raza indogermánica", y la cual permitió que se cometieran las atrocidades de los campos de concentración o el practicar la vivisección en seres humanos. Y en otro aspecto, la organización de expediciones al Tibet para localizar abejas arias, investigaciones sobre el simbolismo de las catedrales, sobre el origen de los rosacruces. En todas estas investigaciones irracionales, Alemania gastó más dinero que el que gastó EE.UU. en fabricar la bomba atómica.

Capacidad de investigación y dinero se gastó también en la expedición fracasada a la isla de Rügen, en 1942, dirigida por el mejor especialista en radar alemán, Hans Fischer, y destinada a comprobar la efectividad de la teoría de Bender de que la tierra es una esfera hueca y cóncava, en cuyo interior habitamos y en donde se encuentran, además, tres cuerpos, el sol, la luna y el universo fantasma, cuyos granos de luz en un universo de gas constituyen lo que astrónomos llaman estrellas. Fischer, que trabajó más tarde en EE.UU., declaró que los nazis lo hacían efectuar "trabajos de loco". Con estos trabajos de loco y con la expulsión de los sabios judíos como Einstein y Teller, retardaron la fabricación de su propia bomba atómica.

La Segunda Guerra Mundial tendría un sentido distinto al que se le da corrientemente, enfocada por el haz de "luz prohibida" que usan los autores de Le Matin des Magiciens. Se trataría no de una lucha entre naciones o sistemas económico–políticos, sino una lucha maniqueísta entre el bien y el mal, entre el pensamiento humanista y el pensamiento mágico. Así se explicaría lo que parece inexplicable para el sentido común: que Hitler se negara a equipar mejor contra el frío a sus soldados durante la campaña a Rusia el 41, pese a los pronósticos metereológicos. "El frío es asunto mío", decía, pensando que, de acuerdo a las concepciones hörbigerianas los "portadores del fuego" vencerían los hielos. Por ello, Stalingrado, señala Paulwels y Bergier, más que la derrota de un ejército o nación es la derrota de los magos, la derrota de una concepción del mundo, como dijo Goebbels. Pues el mundo del capitalismo y del socialismo tienen más parentesco del que a simple vista se podría creer. En ambos se asigna al hombre el mismo lugar en el cosmos; se cree en la igualdad, el progreso, la justicia, la razón y la realidad de las cosas. El ocaso del nazismo es descrito por nuestros autores con tonos de grandeza de poesía épica: "Ellos querían cambiar la vida y mezclarla a la muerte de una manera desconocida. Preparaban la venida del Superior Desconocido. Tenían una concepción mágica del mundo y del hombre... Odiaban la civilización occidental moderna, fuera burguesa u obrera; el humanismo soso de aquí, el materialismo limitado de allá. Debían vencer, pues eran portadores del fuego que sus enemigos, fueran capitalistas o marxistas, habían dejado, desde hacía mucho tiempo, morir entre ellos, dormidos en un destino llano y limitado. Serían los amos por un milenio, pues estaban al lado de los magos, los grandes sacerdotes, los demiurgos... Y he aquí que eran vencidos, aplastados, juzgados, humillados, por gentes ordinarias, masticadores de chewing gum o bebedores de vodka; gente del mundo es la superficie, positivistas, racionalistas, moralistas, hombres simplemente humanos. Millones de hombres de buena voluntad hacían fracasar la Voluntad de los caballeros de las tinieblas destellantes".

Así se cerraría un capítulo de la historia de la humanidad en el que los magos llegan al poder. Hablamos de poesía en un párrafo anterior. Porque quizá este libro, más que nada, es un libro de poesía, dándole a la palabra su sentido primitivo, de creación. Los libros, según definía André Breton, se dividen entre los que se leen en el viaje y los que hacen viajar. La Mañana de los Magos es el de los que hacen viajar por dominios imprevistos y desconocidos, no sólo de la historia, sino también de la ciencia y el arte. Para quienes amen los inesperado y antirrutinario, este libro, escrito por dos hombres que han unido la imaginación a la sabiduría y el vuelo poético, será una ventana abierta hacia un terreno en el cual la oposición entre ensueño y realidad puede dejar de existir, para dar lugar a una nueva realidad: la realidad fantástica.



En Boletín de la Universidad de Chile, Santiago, Nº39, (06.1963), pp. 65-68.
También en La Nación, Santiago (22.09.1963), p. 4





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