Camino por la acera del poniente,
al frente.
Luego cruzo y observo el piso 12,
las ventanas están cerradas,
a pesar del calor y la humedad.
Adoquino el fuerte abrazo que jamás te he dado,
mientras fumo y fumo,
como el tiempo espera en una esquina sin matiz.
Entro a una tienda de abarrotes.
Compro el diario, compro un chocolate, compro agua mineral.
La espera será larga,
me he prometido no abandonar la búsqueda jamás.
Es probable que ya no estés ahí.
Es probable que jamás hayas estado ahí.
Es probable que tus letras fueran de mentira,
una ilusión, poesía.
Es probable que no existas,
tampoco el cuerpo frío y frágil,
de piel blanca, arañada por el sol.
Aún así dejo ir los minutos recordándote,
tu viaje a Horcón, entre hippies sesenteros,
acostumbrados a la mala droga;
gente de visión perdida al horizonte,
y tú entre todos ellos,
con el talento suave que caracteriza a los espíritus más nobles;
tú entre ellos,
como una doncella virgen de épocas sagradas,
mirando y trastocando el orden,
embriagando sólo con la vista,
con tu cabello indócil,
con tu sonrisa endemoniada.
Doy vueltas penetrando el adoquín,
desgastando el aire entre mis manos,
soñándote como el viento quiere que te sueñe,
sobre mí,
caballando en tus caderas que dedico al mejor dios,
disfrutando de aquel hilo de humedad,
de tu humedad que cae entre mis piernas,
desgarrándote de a poco, deshaciendo la conciencia.
Cruzo nuevamente.
Toco el timbre.
Espero.
Fumo.
Ensayo algún discurso preparado,
pero pronto se me olvida.
Te saludo,
te doy la mano,
te beso en la mejilla,
te aprieto contra mí.
Una tarde en la ciudad,
una tarde casi noche que me expulsa una vez más.
Ya no espero nada.
Ya me voy,
envuelto en decepción y análisis de tiempos,
números y fechas que se cruzan sin sentido.
Sigo la señal.
Tu voz habla desde un auricular.
Te pido que lo hagas nuevamente.
Te desnudas en la sombra.
Te averguenzas por primera vez.
Te alejas un instante,
te acercas, lenta, equidistante,
me miras como si estuviera levitando,
te sonríes...
Y en la calle un tipo espera,
fumando y cruzando los periódicos del día.
Entra a un bar
y se embriaga para olvidar un gesto de abandono.
Una risa extraña de tormentas y de sur,
una palabra tensa,como si estuviera a punto de explotar.
domingo, junio 03, 2007
"Piso 12", de Juan Carlos Basualto
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3 comentarios:
¡Qué foto tan Bauhaus!
desolacion y sueños...
ella te amara siempre
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