viernes, mayo 18, 2007

“Cerveza y vino II”, de Ernst Jünger




Se prefiere la cerveza en los países,
Donde el trigo madura noble y rubio,
Y la cebada punza tal virgen casta
cuando se la roza siquiera levemente.

Hebbel

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En comparación con el vino, la cantidad tiene mayor importancia para la cerveza; como muestra ya la forma en que se bebe y la capacidad de los vasos en que se sirve. Valga como excepción las cervezas negras, fuertes y amargas que se presentan con una capa de espuma marrón; se sirve en jarras de plata, al acabar la mañana, mientras conversamos sobre cuitas, por las cuales somos blanco de la envidia.

La cerveza no se bebe a sorbos. Con una jarra de un litro y medio de cerveza podríamos apurar muchas copas de vino. En la bebida, incluso si la consideramos como un acto mecánico, debe de ocultarse un goce peculiar; bebedores corpulentos que podrían haber salido de un cuadro de Jordaens dan la impresión, cuando beben, de respirar un elemento líquido. Nos retrotrae a épocas en que aún no se bebía cerveza en jarras, sino hidromiel en cuernos.

El aguante es una de las virtudes divinas. Es verdad que Odín, el dios supremo, bebe moderadamente, y sólo néctares especiales, con poder mágico: la hidromiel de los bardos. La roba con astucia a la hija del gigante Suttung, que custodia el néctar. Así, se convierte en soberano de los bardos, pero por haber bebido del hontanar de Mimir, que otorga sabiduría, debe perder un ojo. Esa extraña fuente equivale en el lejano Norte al árbol de la ciencia; sin cesar y con diversas imágenes, mitos y leyendas describen el precio que debemos pagar por el saber. Otorga un poder inmenso, pero propio de criaturas de un solo ojo, de cíclopes. No nos desviamos un ápice de la naturaleza sin pérdida personal.




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Thor, segundo en la jerarquía tras Odín y finalmente príncipe de los dioses al que los germanos no renunciaronm fácilmente y al que aún se mantuvieron fieles durante largo tiempo, era célebre como bebedor desaforado. Da pruebas de ello en el castillo del gigante Utgardloki, donde pasa la noche con su séquito y sus machos cabríos. En el patio se le reta a combate y a pruebas de fuerza en comer y beber; a torneos de lucha y levantamiento de pesos. Aunque Thor exhibe allí toda su fortaleza divina, no está totalmente a la altura del torneo, puesto que es la madre de los Titanes, la misma Tierra, quien le porfía. Ella combate como vieja nodriza, como señora Elle que encarna la vejez; se metamorfosea en gata, tras la que se oculta la serpiente de Midgard. Thor puede levantarla lo bastante como para que su lomo se retuerza, mientras la cabeza y la cola aún permanecen sobre el suelo. Por último toca el turno a la prueba del cuerno que hay que apurar. Thor se lo lleva tres veces a los labios, sin embargo, cuando mira el fondo, parece como si sólo hubiera dado un sorbo muy pequeño. Con todo, el gigante le confiesa que no ha bebido nada, puesto que la punta del cuerno está sumergida en el océano, de modo que el increíble trago ha hecho refluir las aguas a gran distancia de las orillas. A sus ojos, la marea era la repetición de este milagro en el tiempo.






de Acercamientos


5 comentarios:

anais dijo...

Si lo que dice este texto es verdad... Yo, a estas alturas de la vida y el eskabio, debo poseer la Sabiduría del Universo...

Qué bueno es que me hayas ayudado a descubrirlo!

Salud!

Anónimo dijo...

la sabiduría se repite en estos lados, aunque a veces sea cosa de una noche solamente.

V i l l a v i c e n c i o dijo...

De una noche de amor...

dscntxt-3 dijo...

de amorsh

Anónimo dijo...

de solo una?