viernes, febrero 09, 2007

"La vida de las abejas", de Maurice Maeterlinck




¿No es asombroso que la colmena que vemos tan confusamente, desde lo alto de nuestro mundo, nos dé, a la primera mirada que a ella dirigimos, una respuesta segura y profunda? ¿No es admirable que esos edificios llenos de certidumbre, sus usos, sus leyes, su organización económica y política, sus virtudes, sus crueldades mismas, nos muestren inmediatamente el pensamiento o el dios a que las abejas sirven y que no es ni el dios menos legítimo, ni el menos razonable que se pueda concebir, aunque quizá sea el único que todavía no hayamos adorado seriamente, quiero decir el porvenir? Solemos tratar, en nuestra historia humana, de valuar la fuerza y la grandeza moral de un pueblo o de una raza y no hallamos para ello otra medida que la persistencia y la amplitud del ideal que persiguen y la abnegación con que a él se sacrifican. ¿Hemos hallado con frecuencia un ideal más conforme a los deseos del Universo, más firme, más augusto, más desinteresado, más manifiesto y una abnegación más total y más heroica?




Fragmento X del Libro Segundo, 1901.







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