miércoles, febrero 28, 2007

"La mujer en La Tierra Baldía de T. S. Eliot", de Braulio Fernández Biggs

Fragmento


LA VISIÓN DE TIRESIAS

The mind in creation is a fading coal
which some invisible influence,
like an inconstant wind,
awakens to transitory brightness.

James Joyce, Ulysses

“La experiencia de la poesía, como cualquier otra experiencia, es sólo parcialmente traducible en palabras; desde luego, y como anota Richards, porque ‘lo que importa no es lo que un poema dice sino lo que es’” [1].

La Tierra Baldía es la dolorosa expresión del colapso de una época y la síntesis del derrumbe de una mujer; que el poeta, apoyándose en la inversión de las leyendas del Grial siguiendo a Jessie L. Weston, logró fusionar con su propia tragedia personal. A través de muchas y muy variadas imágenes, Eliot plasmó, principalmente, la esterilidad y el fracaso de la pasión amorosa, la desolación debida al sexo. El poema, sobre toda otra consideración –por importante que resulte—, es la constatación y la evidencia de esa esterilidad y fracaso, del quiebre del amor entre un hombre y una mujer, de su imposibilidad y sin sentido (al menos, cuando está basado sólo en lo humano). Dicha evidencia se configuró poéticamente teniendo a la base una riquísima simbología sobre la infertilidad, el vacío y la muerte; en la que el sexo, por su radical función generativa y amorosa, ocupó un lugar eminente (aunque no exclusivo).

La desgraciada frustración del amor, y su consecuente desolación, se analogaron al mito del Rey Pescador y su tierra baldía en las antiguas leyendas del Grial, según la relectura que se hiciera en From Ritual to Romance. Al modo de un viaje, el hablante “recorrió” cada uno de los rincones de esa desolación y conoció a sus víctimas. En forma análoga a Dante en la Comedia, fue testigo y a la vez protagonista de una “temporada en el infierno”. Y, como en esa insigne obra y en toda metáfora de “camino espiritual”, La Tierra Baldía, tras haberle permitido al viajero acceder a la salida precisamente a través de la tierra y sus condenados, concluyó con un descubrimiento en cierta manera tautológico y desconcertante: que había que liberarse de la raíz y causa de la desolación para que esa misma desolación desapareciese. Dicho de otro modo, durante el viaje el poeta fue reconociendo y construyendo la explicación de la desolación, su causa. Ello, al mismo tiempo, le permitió comenzar a desasirse de sus mortíferas garras.

¿Y en qué consistió esa liberación, en definitiva? ¿Qué fue lo que, una vez descubierto, le permitió acabar con la desolación de la tierra, de su tierra? La posibilidad de extinguir la pasión amorosa, de refrenar el deseo sexual y/o superar la impotencia, saliendo de sus envolventes aunque destructivas brasas. Reconocer en la mujer precisamente lo contrario que reconoció Dante en Beatriz: esterilidad, vacío, locura e inanidad. Ello, por cierto, no debido a construcciones teóricas o a simple y barata misoginia; sino, más que probablemente, a una experiencia vital. Por ello, el descubrimiento implicó comprender que la desolación no era desolación por sí misma, sino también debido al “fracaso del Rey”: al revés del Simposio de Platón, y como lo demuestra la parte final de la sección V, en haber pretendido encontrar en la escala más baja del amor lo que sólo corresponde y puede brindar la más alta. De ahí, entonces, el gesto de alzar la vista... *

Desde al menos La canción de amor de J. Alfred Prufrock que Eliot venía buscando esta alternativa; cuyas peculiaridades, aparte las comentadas, implicasen la oportunidad de salir de “un extremo idealismo intelectual que ahogaba las cavernas de su conciencia, [haciéndolo] incapaz de liberarse del peligroso y ancho océano de la vida” [2]. Para eso compuso La Tierra Baldía: para escapar… y encontrar.

Como la época sólo era estertores, como la civilización occidental había perdido el rumbo –y como su vida personal y sentimental eran también un fracaso—, hubo de recurrir al mito, a una unidad de sentido que le permitiese decir precisamente lo que quiero decir [3]. En esta línea, la apuesta fue la misma –y el mismo año 1922— de James Joyce en Ulises: el vacío y la fragmentación de la sociedad de entonces no hacían posible un dictum coherente y la única alternativa era la re-elaboración –la reescritura— de lo antiguo, de lo antes “ya dicho”. Dado que todo no era más que un montón de imágenes rotas, notaron que el mito podía, al menos vicariamente, dar esa unidad axiológica que la civilización había perdido. Y la paradoja fue que, gracias a ello, lograron que el vate bajase del Olimpo y se reinsertase nuevamente en las calles de la sociedad contemporánea. “Lo que marcó la reacción de Eliot ante la confusión de su época, y su distanciamiento de la tradición literaria del siglo XIX, fue principalmente el deseo de ‘devolver al poeta a la vida’ […]. El estado de los asuntos era muy serio y la poesía debía ser salvada del aletargamiento en que la habían dejado los vapores musicales de Verlaine y Swinburne” [4]… al primero de los cuales el poeta incluyó en sus notas... Por otra parte, fue debido a las mismas razones que La Tierra Baldía no podía –no debía— más que mostrar las cosas en su faceta más descarnada, por oscuras que fuesen a veces las imágenes o radicales incluso los símbolos utilizados. Con todo, Pound aminoró la crudeza; impuso el ars allí donde no había más que desnuda desesperación. Y lo hizo, creemos, movido no sólo por un alto sentido estético sino ético: si el poeta se iba a develar, igual podía –debía— hacerlo con cierta dignidad [5].




NOTAS

[1] T.S. Eliot, The use of Poetry and the use of Criticism, Harvard University Press, Harvard, 1996 (5th Printing), pág. 8. Las cursivas son suyas.
* De paso, ello le permitiría, al menos, soportar el colapso histórico y social –que, con todo, era parte de una misma y envolvente tragedia—. N. del A.
[2] David A. Moody, Thomas Stearns Eliot Poet, Cambridge University Press, Cambridge (UK), 1994, pág. 291.
[3] La canción de amor de J.Alfred Prufrock, v.104 (It is impossible to say just what I mean), en José María Valverde, “Notas a La Tierra Baldía” en T.S. Eliot, Poesías reunidas. 1909-1962. Versión española e introducción de José María Valverde, Alianza Editorial, Madrid, 1999 (10° edición), pág. 30.
[4] Rodolfo Rojo Boggiano, Poetry and Society. An Analysis of T.S. Eliot’s Critical and Poetical Works, Tesis para optar al Grado de Master of Arts, Mount Allison University, 1949 (inédita), pág. 27. La cita intercalada es del artículo “Andrew Marvell”, publicado en el Times Literary Supplement en 1921.
[5] De algún modo, puede decirse que la labor editorial de Ezra Pound con el manuscrito original del poema trabajó al revés: es cierto que eliminó lo menos importante; pero al revisar los “tarjados” se aprecia que también eliminó lo más descarnado y literalmente baldío. Cfr. El Eliot de otro(s) poeta(s). Tarjados de la Tierra Baldía, Piero Montebruno (traductor), Be-uve-drais Editores, Santiago, 2000, 68 págs.






Del libro La mujer en La Tierra Baldía de T. S. Eliot,
Editorial Universitaria, 2006.









1 comentario:

Anónimo dijo...

Excelente !!!
Bross