Nos encontramos frente a este hecho sorprendente: el parentesco entre el sentimiento del mundo esquizofrénico y el que se manifiesta en el arte contemporáneo no puede sino ser evocado en los mismos términos. Esta comprobación nos obliga sin embargo a mostrar de inmediato las diferencias, lo cual no es difícil. Para el esquizofrénico, se trata de una experiencia semejante a un destino. El mundo sensible se le torna extraño y sufre la ruptura como un destino cruel, ineludible, contra el cual lucha, a menudo mucho tiempo antes de resignarse y sentirse poco a poco como en su casa, en este mundo autista enriquecido por el delirio. En el artista contemporáneo, en el mejor de los casos, el alejamiento de la realidad también se ha realizado bajo el peso de una experiencia; pero, a pesar de todo, este alejamiento surge más o menos de un juicio y una resolución. Es el resultado de la dolorosa toma de conciencia de un ser cuyas relaciones tradicionales con el mundo se han vuelto insoportables. (...)
No queremos vincularnos más a la desintegración del sentimiento del mundo tradicional a partir de la cual se ha desarrollado esa actitud excéntrica, de manera a menudo grandiosa, pero más a menudo aún bajo la forma de una convulsión colectiva. En todo caso este fenómeno no es exclusivo del expresionismo, como, todavía hoy, ciertas personas cortas de vista se empeñan en seguir creyendo. El expresionismo es, al contrario, la traducción de esa desintegración y un intento de sacarle provecho. Si obviamos la confusión de manifiestos y tratamos de tomar la idea que impulsa y no cesa de provocar nuevas exaltaciones, encontramos el deseo ardiente de una creación inspirada, tal como aparece en los primitivos y tal como la conocemos por las grandes épocas de la cultura. Tocamos aquí el lado enfermo de nuestra época, su tragedia y su mueca. (...)
Con sólo prestar algo de atención a las formas contemporáneas de expresión, descubrimos en todas ellas, tanto en las artes plásticas como en los diferentes géneros literarios, una serie de tendencias que sólo culminarán en un verdadero esquizofrénico. Nuestra intención, sin embargo, no es en absoluto encontrar síntomas de enfermedad mental en estas formas de expresión. Simplemente, sentimos por doquier una afición instintiva por particularidades que conocemos bien entre los esquizofrénicos. Así se explica el parentesco de las producciones, y también la fascinación ejercida por las obras de nuestra colección. (...)
Las tendencias que se manifiestan en esta afición por los sentimientos del mundo “esquizofrénico” son esencialmente las mismas que, hace veinte años, empezaron a buscar la salvación en las formas de expresión y los sentimientos del mundo infantil y del primitivo, como reacción al racionalismo tentacular de las generaciones precedentes, en el cual los mejores creen que se asfixian.
No queremos vincularnos más a la desintegración del sentimiento del mundo tradicional a partir de la cual se ha desarrollado esa actitud excéntrica, de manera a menudo grandiosa, pero más a menudo aún bajo la forma de una convulsión colectiva. En todo caso este fenómeno no es exclusivo del expresionismo, como, todavía hoy, ciertas personas cortas de vista se empeñan en seguir creyendo. El expresionismo es, al contrario, la traducción de esa desintegración y un intento de sacarle provecho. Si obviamos la confusión de manifiestos y tratamos de tomar la idea que impulsa y no cesa de provocar nuevas exaltaciones, encontramos el deseo ardiente de una creación inspirada, tal como aparece en los primitivos y tal como la conocemos por las grandes épocas de la cultura. Tocamos aquí el lado enfermo de nuestra época, su tragedia y su mueca. (...)
Con sólo prestar algo de atención a las formas contemporáneas de expresión, descubrimos en todas ellas, tanto en las artes plásticas como en los diferentes géneros literarios, una serie de tendencias que sólo culminarán en un verdadero esquizofrénico. Nuestra intención, sin embargo, no es en absoluto encontrar síntomas de enfermedad mental en estas formas de expresión. Simplemente, sentimos por doquier una afición instintiva por particularidades que conocemos bien entre los esquizofrénicos. Así se explica el parentesco de las producciones, y también la fascinación ejercida por las obras de nuestra colección. (...)
Las tendencias que se manifiestan en esta afición por los sentimientos del mundo “esquizofrénico” son esencialmente las mismas que, hace veinte años, empezaron a buscar la salvación en las formas de expresión y los sentimientos del mundo infantil y del primitivo, como reacción al racionalismo tentacular de las generaciones precedentes, en el cual los mejores creen que se asfixian.
Pintura: "Horse and gun", Martín Ramírez
1 comentario:
Interesante. Hace más de seis años me dignosticaron el mal al que alude este autor. Estoy de acuerdo con su visión de dicha enfermedad (la percepción enajenada, el oscuro y fatídico sentimiento de predeterminación, etc, etc...). Creo recordar que Hesse, en "El Lobo Estepario", hacia un análisis similar con respecto a las capacidades estéticas de la gente que padece esquizofrenia. Lo que me parece curioso, es que alguien pueda llegar a decir, que, de algún modo, los portadores de este estigma sean el sujeto en el que culmina la verdad del arte moderno. Si bien lo que entendemos por arte lleva más de un siglo evidenciando la locura colectiva, los que padecemos esta enfermedad tendemos a creer que hemos llegado a poseer una visión más profunda de las obras de Munch (en relación al expresionismo), o del ya citado H. Hesse en lo relativo a la concepción del destino.
Un saludo.
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