jueves, diciembre 14, 2006

“Carta abierta a Augusto Pinochet”, de Bernardo Navia




General:

Era yo un niño cuando se hizo del poder político en Chile. Desde entonces viví sabiendo de usted, escuchándolo a usted, viéndolo a usted (las emisoras radiales y la televisión se encargaban siempre de traerlo hasta mi casa); no pudiendo escapar a la presencia casi omnipotente de usted.

General, a mi adolescencia y a parte de mi vida universitaria llegaron siempre perturbadoras nociones, ideas y noticias sobre sus terriblemente famosos métodos de ‘justicia’ y ‘programas’ para imponer ‘orden’ y ‘bienestar’ en un país que quedará en mi memoria para siempre marcado por la sombra de su nombre.

Hace veinte años que vivo fuera de Chile. Por eso que la noticia de su muerte no me llegó ni la sentí de la misma forma que la que podría haber sentido estando allá. En estos veinte años me han sucedido muchas cosas, General. Entre ellas aceptar el hecho de que, tal como se lo menciono más arriba, el Chile de los ’80 y gran parte de los ’90, quedará grabado en mi memoria junto a los fantasmas del terror impuesto por usted. Ese Chile es el que recuerdo siempre. No sé si me entiende usted. Es decir, no sólo se llevó hoy a la eternidad el dolor, el miedo, el olvido, el horror, la tristeza eterna que sembró en el corazón de tantos, no; también se llevó usted las memorias de mi infancia y adolescencia en un Chile castigado y oprimido. El país de hoy, aquel del cual siempre intento estar informado, es un país que no puedo hacer coincidir con el que recuerdo. Cuando digo que se lleva usted me refiero a esa especie de sonrisa burlona que me parece ver se dibuja para siempre en sus labios: se va usted de entre nosotros sin haber sido castigado nunca por esa inimaginable barbarie con la que asoló a ese país de mis memorias. Sí, se lleva usted una sonrisa de burla. Pero si “el que ríe al último ríe mejor”, entonces sepa usted, General, que la historia y las generaciones siguientes reirán al último.

General, nunca me tocó experimentar en carne propia el dolor innombrable de tener a un papá, hermano o hijo ‘desaparecido’. Pero conocí a seres humanos que sí lo vivieron. Por eso hoy, mientras leo las noticias de su muerte, no puedo dejar de mirar a Inti, mi pequeño de dos años que juega con su pelota, tan ajeno y tan lejano a todo esto, ni puedo evitar pensar que, gracias a su muerte, General, se le ha evitado a él conocer a uno menos de tantos hijos de puta.

Sinceramente,


Bernardo E. Navia
Chicago, diciembre 10, 2006



 

5 comentarios:

Anónimo dijo...

¿No es posible que muera de nuevo? O como titulaba un periódico de acá (Página/12): "Qué ha hecho el Diablo para merecer tal visita".

Anónimo dijo...

pero no estan tan lejos de otro criminal. Bush aun vive.

Anónimo dijo...

El anónimo I me sacó el comentario. Pero comparato la pregunta...
Qué habrá hecho el Diablo para merecer tal visita?

Anónimo dijo...

El anónimo I me sacó el comentario. Pero comparato la pregunta...
Qué habrá hecho el Diablo para merecer tal visita?

Anónimo dijo...

El anónimo I me sacó el comentario. Pero comparato la pregunta...
Qué habrá hecho el Diablo para merecer tal visita?