ANTÍGONA (Triste, decepcionada): Nada más queda para mí que el frío de la tumba prisionera, y la ausencia en la memoria del tálamo que mis días no encontraron. Desciendo ahora empujada por la cobardía de estos guardias de un destino insano. Me acerco, sí, a los rostros ya perdidos de los míos, que ahora miran los ojos de la diosa de los muertos. Me queda la esperanza de ser grata a su vista y a la de los que vendrán. He intentado, querido hermano, hacer todo lo posible por ser digna del amor que sostuvimos, y he sufrido y llorado la injusta muerte impuesta por designios allá en lo alto. Decidí partir lejos para honrarte, pero también para quebrar la triste condena impuesta por el hado. «El día en que moriste» recordé cada día que estuvimos juntos, y no pude creer que aquello se transformara sólo en polvo: hice bien al honrarte con mi vida, pero lo que fue mi adiós sirvió de excusa para este cobarde, mal llamado rey. Esto piensan los sensatos de él y de mí. No aceptaría yo jamás la injusticia por miedo a infames consecuencias. Éste era el momento de frenar, de una vez, la odiosa maldición impuesta a nuestra estirpe por los siglos repetidos en la farsa. (Creonte la observa fijamente mientras esboza una sonrisa maliciosa. Detención entre los dos. No es la historia la que rige, sino el miedo. Antígona, decepcionada, prosigue). No harán nada… Nunca han hecho nada. No es la historia la que rige cada letra, sino el miedo. Nada queda por hacer. (Antígona se pierde en la muerte que regresa. Decepcionada, otra vez a la deriva, comienza a balbucear) …«y me arrastran ahora con sus manos violentas, sin un lecho nupcial, sin cantos de himeneo, sin caricias de esposo, sin que un hijo yo criara…». (Silencio que la aleja de la letra original) Los llamados antes amigos, hoy me quitan la mirada. Si a esto aún llaman vida, que se acabe pronto para alcanzar «las cóncavas mansiones de los muertos. ¿Cuál es la ley divina que» permite que esto me suceda? ¿Dónde el Bien o la razón de mi existencia? (Antígona se quiebra) Mis ojos se nublan ante el horror que se respira. ¿Cómo pueden mantener esta miseria? Si muerta fuera por los dioses, si hubiera errado… No hay salida ni ventana para el amor que estoy cargando. Pero lo siento. Ustedes, perros traidores, pagarán por obviar la ley más alta, a ver si tendrán ojos para verme cuando caigan podridos por su mal.
De Antígona en el espejo, Acto quinto, Escena del tercer espejo.
2 comentarios:
Soy una gra creyente en la analogìa de Antigona...
Gracias por este blog tan especial
Saludos!
Excelente...
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