Entonces caímos en Ciudad Fanon
como lentos, blanquísimos cuervos
sobre un quemado maizal.
Los cánticos del vudú escuchamos,
la gorda plegaria de los zambos
exiliados de Pernambuco.
“Oui missié, oui missié”,
decían los pequeños cargadores mulatos,
y nosotros, al unísono, largamos:
“Mi buen obrero, no mientas nunca,
y nunca robes, nunca, nunca…”.
en Fanon city meu, 2014
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