Rolando Cárdenas
Tránsito breve
Editorial Universitaria
1961
Cárdenas debuta a los veintiocho años y su libro se presenta con un premio de la FECH, que lo edita hermosamente. Por alguna afinidad, nos seduce su línea melancólica y sentimental, que lo hace integrar una coordenada de la poesía chilena que va desde Neruda de Crepusculario y los Veinte poemas pasando por Romeo Murga y Rojas Giménez hasta los actuales Efraín Barquero (en La compañera), Pablo Guíñez, Pedro Lastra, Sergio Hernández. La tónica del libro la da su insatisfacción frente al presente, que no se traduce en angustia o rebeldía, sino en nostálgica evocación de la infancia, llamados a la muerte, regreso sentimental al terruño (Cárdenas es magallánico), cuyo paisaje es bellamente descrito desde una taza de café o más bien desde un vaso de vino bebido en cualquier bar de esta sórdida capital. Cárdenas habla naturalmente, sin ninguna grandilocuencia ni pretensiones, y en este sentido son ejemplares sus poemas "Búsqueda" y "Recuerdo póstumo a mi madre". Sin embargo –para utilizar un término de la época de Selva lírica–, no todo ha de ser lauros para este joven portaliras. Al lado de sus aciertos, Cárdenas tiene frecuentes caídas en lugares comunes como este detestable "Otoño que escapa por las hojas" o "Seré como un baúl de soledades", además muchos poemas parten de un núcleo inicial y se dispersan en divagaciones.
en Alerce, N°4, Santiago de Chile, 1962.
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