jueves, mayo 21, 2015

“Violeta Parra”, de Braulio Arenas







Violeta Parra canta a lo humano, canta a lo divino, canto a lo lago, canta a lo selva, canta a lo río, canta a lo montaña, canta a lo pájaro, canta a lo pastora. En una palabra, Violeta Parra canta a lo todo.

Sin mayor esfuerzo, como si dispusiera de un espejo de sílabas para su propio uso, canta la noche de los amantes y la estrella del alba, porque este espejo por ratos vacía su azogue: lo que vio en este mundo y también en el otro, que es este mismo mundo en razón inversa del cuadrado de su canto.

Canta, y de repente el resplandor que brota de su garganta se hace relámpago compacto, como postre de leche asada, y las estrellas que rondan su cabeza son otras tantas letras que forman la palabra valparaíso (así con minúscula), letras escritas literalmente (si se me permite la expresión) en el aire, letras de cola de cometa, de poesía más liviana que nuestro sueño.

Canta Violeta Parra, y el orden mágico de su canto nos restituye el canon de los pastores que saben cantar para romper el misterio de la nube y provocar la lluvia. Los usos, modos y costumbres de su canto saben más de la vida y de la muerte porque saben a amor. La simetría de su voz convoca distantes galaxias, y hace el paraíso a la medida de sus canciones.

Voz profética, voz medieval, voz antropológica, voz ética, voz de Violeta Parra. A su voz los puentes levadizos se bajan para que ella (su voz) se interiorice, y para que ella (Violeta) se exteriorice en hada, y escuche al mundo a través de su canto.

Ella ha dicho su canto y lo ha dicho con gravedad (y al decir gravedad pienso, y esto es para mí tal vez, que gracias a Violeta sabemos cómo cantaron Leonoreta y Urganda), ella ha dicho su mundo y lo ha dicho con mundo. Y antes de terminar este homenaje, quisiera agregar esto que se me ha ocurrido a propósito de nuestra inspirada cantante: así como es posible que sea “precisamente” este vaso y esta agua los que nos permitan poner en práctica la teoría de la tempestad (la tempestad en un vaso de agua), es posible que sea la voz de Violeta Parra la que ponga en práctica la teoría de la belleza (en un espejo de sílabas la poesía intacta).



en revista Extremo Sur, Nº2, marzo de 1955







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